En el 2000, cuando conocí la tecnología Bluetooth, me sorprendió que a pesar de ser “demasiado chiva” (way cool) no servía para nada, no tenía aplicaciones prácticas y, peor aún, chocaba con la frecuencia de wifi. Era una solución en busca de un problema. El problema correcto tardó años en aparecer. Era como eliminar los discos compactos de los equipos de sonido de los automóviles.
La moraleja es que no siempre las tecnologías se crean para resolver un problema, muchas veces se desarrollan por casualidad, y hasta por error. En sus inicios, las tecnologías son decepcionantes, no son adoptadas como se esperaba, y el motivo suele ser no haber encontrado el problema correcto.
Búsqueda. Los paneles solares, hace 30 años, se promovían como una solución al cambio climático, a pesar de ser como 100 veces más caros que quemar hidrocarburos. Hoy, sabemos que la energía fotovoltaica es para reducir el costo energético, los beneficios ambientales son adicionales.
Hace 40 años, antes de que saliera al mercado el nefasto DOS, las computadores personales casi no servían para nada. Las computadoras personales (PC, por sus siglas en inglés), antes de 1981 eran muy difíciles de programar, casi imposible conectarlas entre sí, no había estándares de nada y además sus precios eran altos.
Cuando en 1978 compramos un computador personal en la Oficina Técnica Mecanizada, la IBM nos acusó de botar la plata en un juguete. Aun después del lanzamiento de la IBM PC, en 1981, el presidente de DEC, una de las tres más grandes empresas de tecnología de la época, se dejó decir que nadie en su sano juicio iba a tener una computadora en la casa.
Dilema. Clayton Christensen, afamado profesor de Harvard y autor del Dilema del innovador, siempre comenta que la decepción inicial se debe a características incipientes de la nueva tecnología, como ser cara, poco poderosa, poco amigable, etc., pero conforme la tecnología va mejorando empieza a atacar porciones más valiosas del mercado, hasta que termina matando a la tecnología anterior.
Eso es probablemente cierto, pero también es necesario que la nueva tecnología encuentre el problema correcto para el cual es la solución. En el caso de las computadoras personales, el problema era cómo distribuir el procesamiento de datos entre muchas computadoras, lo cual, a su vez, implicaba que para que las computadoras personales fueran exitosas, eran necesarias las redes de computadoras basadas en protocolos abiertos, es decir, Internet.
No sé si fue por casualidad que al mismo tiempo se desarrollaron los PC y la Internet, pero ninguno de los dos hubiera sido exitoso sin el otro. La Internet de los años 80 era bastante inservible; grandes computadores de grandes universidades compartiendo datos de investigaciones que nadie entendía, a un gran costo para los contribuyentes. No fue sino hasta los años 90 que Internet descubrió cuál era el problema para el cual era la solución. El problema era conectar personas, no conectar computadores. Una vez que el problema se entendió, toda la tecnología de telecomunicaciones del planeta quedó obsoleta y en 25 años desapareció.
Con estos ejemplos he querido resaltar la importancia de encontrar el problema correcto a resolver, antes de pretender grandes cambios con la adopción de nuevas tecnologías. Conforme aumenta la velocidad de desarrollo de nuevas tecnologías, se reduce el tiempo disponible para encontrar los problemas. En ocasiones es fácil y factible copiar la adopción de tecnologías (tarde) de otras regiones, pero las diferencias en el contexto político y económico, hacen que esto no sea siempre el caso.
Nuestro problema. En Costa Rica la apertura de las telecomunicaciones fue increíblemente traumática y tardía. Como resultado, todavía hay centrales telefónicas, totalmente obsoletas, funcionando a gran costo para los contribuyentes. Paradójicamente, mientras la penetración de telefonía celular ha sido tremendamente exitosa, debido a la Internet (para conectar gente), la Internet de banda ancha sigue siendo lenta, cara y asimétrica, y, por lo tanto, poco exitosa.
Ahora estamos en el umbral de una plétora de tecnologías que ofrecen enormes beneficios para aquellos que las adopten primero, pero son demasiadas y no las podemos adoptar todas, y además acarreamos deficiencias en la infraestructura digital, y en la estructura del andamiaje político, que hacen algunas de estas muy difíciles de adoptar.
La primera tecnología que hoy todos mencionan, casi como la pomada canaria, es la inteligencia artificial (IA), la cual, efectivamente, sirve para atacar un gran número de problemas, pero no sin consecuencias (por ejemplo, desempleo tecnológico). Pero también hay bastantes otras tecnologías nuevas, disruptivas y disponibles: Internet de las cosas, análisis predictivo de datos (big data), manufactura digital (impresión 3D), tecnología de registro distribuido (Blockchain), vehículos autónomos, robótica avanzada, energía solar, edición genética, Internet móvil de quinta generación (5G), realidad virtual, realidad aumentada, y probablemente me falten varias.
Esto es un menú largo de tecnologías poderosas, el cual se hace mucho más largo y las tecnologías mucho más poderosas cuando se combinan entre sí, por ejemplo: Internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés) puede ayudar a los vehículos autónomos (VA) a “ver alrededor de la esquina” (y así evitar aún más accidentes) y las enormes bases de datos que generan tanto IoT como los VA pueden alimentar analíticas avanzadas para predecir el comportamiento del tráfico, en tiempo real. Lo anterior al asumir que el problema a resolver sea el caos vial, y que la necesidad política de resultados a corto plazo y el impacto económico de la solución sean aceptables.
Decisiones. Obviamente, sugiero identificar primero los problemas correctos a resolver, antes de intentar desplegar las tecnologías que consideramos idóneas para resolverlos. Desafortunadamente, no hay, y me temo nunca faltarán problemas. Lo que sí nos faltan son tomadores de decisiones con suficiente entendimiento de las capacidades, limitaciones e implicaciones de las tecnologías.
Para dotar a varios miles de personas con suficiente entendimiento de las tecnologías disruptivas, debemos resistir la tentación de embarcarnos en enormes programas de capacitación con métodos tradicionales. La realidad virtual, junto con Internet móvil, y videoconferencias de alta resolución, se han aplicado a la educación móvil para adultos con muy buenos resultados en otras latitudes. Aquí quién sabe qué será lo que funcione, pero si sabemos que hay que compartir mucho entendimiento, con mucha gente, de una manera muy rápida. He ahí un interesante problema por resolver.
El autor es ingeniero.