Fue a finales de los 80, en 1988 para ser exactos, cuando en una reunión en el décimo tercer piso del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), en Sabana norte, representantes de 12 organizaciones disímiles, pero usuarias de tecnologías de la información (antes llamadas computación o informática), decidimos formar el Club de Investigación Tecnológica.
La idea principal era compartir los costos de investigar los avances tecnológicos, los cuales aparecían a una velocidad vertiginosa.
En 1981, el mundo había sido invadido por las computadoras personales (PC) con un sistema operativo horrible llamado DOS. Tres años antes de eso, el principal proveedor de PC había calificado las computadoras personales como “juguetes en los cuales no se debe botar fondos públicos”. En 1985, fue aprobada una ley para eximir a las PC de impuestos de importación, y así el mercado explotó.
El primer informe de investigación el Club de Investigación Tecnológica lo publicó en agosto de 1988, titulado “Redes de computadoras”. En ese tiempo apenas se iniciaban las redes, anteriormente, solo había computadores grandes centralizadas con terminales tontas diseminadas por el edificio o, a lo sumo, por la ciudad.
La comunicación era lenta y la tecnología de redes de área local (LAN) y redes de área ancha (WAN) estaba siendo utilizada en otras latitudes, pero aquí todavía no sabíamos cómo funcionaba aquello o si tenía alguna utilidad en la vida empresarial e institucional.
Materia candente. Los protocolos de comunicación eran una materia candente. Por un lado, estaba el protocolo IP (protocolo abierto de Internet) y, por otro, una serie de protocolos propietarios (la mayoría sincrónicos) más veloces. Obviamente, la estandarización produjo economías de escala, lo cual facilitó equipos más rápidos y baratos. Lo demás es historia. Hoy solo utilizamos protocolos de comunicación abiertos (excepto, tal vez, los militares).
Hace 30 años, la información viajaba, básicamente, en papel, Internet existía, pero la web todavía no. El recurso humano con conocimientos y experiencia en tecnología era escaso y muy joven. El Instituto Tecnológico y la Universidad de Costa Rica habían graduado, tal vez, 200 profesionales entre los dos, todos muy jóvenes. En este campo, la necesidad del inglés siempre ha sido fundamental, aunque en 1988 la exigencia de un segundo idioma era mucho menor a la de ahora.
Una de las primeras inversiones del Club fue en una impresora láser, por cuanto el resultado de nuestras investigaciones debía estar bien presentado y las fotocopias de la época eran muy malas. Así fue como, cuando se publicó el primer informe de investigación, debimos imprimir 30 ejemplares (uno para cada empresa afiliada) en la impresora láser, cuyo costo fue el equivalente a la cuota de afiliación de todos los miembros durante dos años.
La información es hoy digital y abundante, el recurso humano sigue siendo escaso y joven y las nuevas tecnologías están casi siempre disponibles globalmente al mismo tiempo. Sufrimos de exceso de información.
Nuevos retos. En el Club, en vez de buscar y traer información y conocimiento reciente, nos dedicamos a zarandear la montaña de información disponible y buscamos el conocimiento relevante.
Mientras las tecnologías de información y comunicaciones se siguen desarrollando a ritmo exponencial (la capacidad de procesamiento por dólar se duplica cada dos años), la capacidad de asimilación de estas más bien disminuye porque entre más base instalada haya, más difícil es introducir algo nuevo.
El segundo informe de investigación lo escribió Claudio Gutiérrez, sobre sistemas expertos, los precursores de la inteligencia artificial siempre hemos tenido fascinación por la posibilidad de una máquina pensante, por lo menos lo suficiente como para tomar algunas decisiones de manera precisa y predecible, pues las máquinas no se cansan, no toman vacaciones, no se enferman, ni actúan de manera irracional (solo si se programan así).
Ya no nos preguntamos si las máquinas pueden pensar o no, nos preguntamos cómo y cuándo sacar ventaja de las capacidades cognitivas de los sistemas, siempre crecientes, a precios decrecientes.
Hemos reducido la cantidad de informes de investigación. El tiempo requerido para producir un informe sobre una idea nueva y compleja puede tomarnos un año (los investigadores no trabajan tiempo completo). Adicionalmente, el tiempo necesario para leerlo y asimilarlo aumenta con la complejidad y cantidad de temáticas. Un informe de 60 páginas es muy difícil de leer y asimilar. Obviamente, a los investigadores les cuesta mucho más investigar un tema amplio y complejo para producir un informe de 13 páginas que producir uno de 50 o 60.
El mundo es hoy mucho más inmediato y en tiempo real. Los afiliados prefieren charlas, intercambios y comentarios cortos. Todos queremos saber y entender más cosas porque cada día hay más conocimiento nuevo para entender, pero tenemos menos tiempo disponible para hacerlo. Nuestras charlas, mesas redondas, seminarios y conferencias adquieren el formato TED cada vez con mayor frecuencia.
Aumento del costo. A pesar del abaratamiento de la tecnología, la factura de las organizaciones sigue creciendo, cada vez hay más material digitalizable, más procesos por agilizar y más usuarios cuya experiencia se puede mejorar. Pero, como todos sabemos, la aplicación de las tecnologías no siempre es fácil o acertada, y cuando son novedosas, los riesgos crecen más que proporcionalmente al costo. Cómo organizar, dirigir y controlar los riesgos en los proyectos de tecnología fue un asunto recurrente durante años, las historias de horror eran casi de todos los días. Hoy, la temática es mucho mejor entendida y los fracasos mucho menos frecuentes.
El cambio tecnológico va a continuar y cada vez más rápido, nada nos sugiere que algún día el ritmo de desarrollo dejará de ser exponencial. No es lo mismo aplicar una tecnología en Londres o en Boston, que en San José o en Alajuela. La contextualización es fundamental y necesaria.
Hay muchos botones de muestra. Después de 10 años de estudiar y discutir la computación en la nube, las organizaciones afiliadas la utilizan extensivamente, aunque la calidad y el precio de la conexión son muy diferentes a las de otras latitudes, la disponibilidad de expertos en ciberseguridad es mucho menor y el autoservicio con tarjeta de crédito es casi imposible en el sector público.
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Es imposible saber hasta dónde nos llevarán los próximos 30 años. Sabemos que los cambios que verán quienes estén todavía por aquí serán muchas veces mayores que los que hemos visto en los últimos 100 años.
Entre más rápido cambie la tecnología, más importante es la investigación aplicada a su mejor aprovechamiento. Una comunidad dedicada a averiguar y compartir conocimiento solo buenos resultados puede producir.
El autor es ingeniero.