Comparto algunas reflexiones motivadas por un artículo del historiador Iván Molina titulado “Marx y el marxismo se resisten a desaparecer” (La Nación, “Página Quince”, 10 de junio del 2018). En lo que sigue me refiero al Marx determinista y fatalista, el que predomina en la mayor parte de sus libros. Dejo en el tintero hablar de los otros Marx (liberal, anarquista o reformista) que se desplazan a hurtadillas en ciertas líneas de sus obras.
¿Qué es lo importante? Pensadores como Adam Smith, David Ricardo, Karl Marx, Max Weber, Federico Hayek y otros se resisten a desaparecer como objetos de estudio, pues sus obras, cuando fueron escritas, sintonizaron con necesidades humanas y ejercieron, o aún ejercen, poderosas influencias en movimientos sociales y políticos. Un análisis descriptivo puede ofrecer datos útiles sobre el número de veces que estos nombres y conceptos asociados a ellos se citan en trabajos de investigación. Eso es importante porque prepara el terreno para lo más importante: reflexionar sobre la veracidad o falsedad del pensamiento en estudio.
Siguiendo la tradición estructuralista francesa, pero corrigiéndola en varios aspectos desde la tradición del pensamiento político italiano, y como resultado de mis lecturas de Marx, estimo que los contenidos del pensamiento del autor de El capital se clasifican en dos etapas, una transición y dos subperíodos.
La primera etapa cubre siete años (1837-1844) y se caracteriza por la presencia de conceptos que Marx toma de Kant, Hegel y Feuerbach. Marx, en esos años, aún no es marxista, y si se consideran algunas de sus declaraciones, nunca lo fue. Los textos principales de esta etapa son Carta al padre (1837), Tesis doctoral (1841), Crítica a la filosofía del Estado de Hegel (1843), Crítica a la filosofía del derecho de Hegel (1843), Carta a Feuerbach (1844), La Sagrada Familia (1844), los Cuadernos de París (1844) y los Manuscritos de economía y filosofía (1844).
El período de transición corresponde a la primavera de 1845 y se expresa en los textos Tesis sobre Feuerbach y La ideología alemana.
La segunda etapa cubre 38 años (1845-1883) y la divido en dos subperíodos: 1845-1867 (exposición y consolidación de teorías) y 1867-1883 (desarrollo de teorías). Es en esta etapa cuando se hacen explícitas las nociones del marxismo en su versión clásica. Las obras principales de estos años son el Manifiesto comunista (1847-1848), Trabajo asalariado y capital (1847) y la Crítica del Programa de Gotha (1875).
El tomo I de El capital fue publicado en 1867, los tomos I y II se editaron en 1885 y 1894, y las Teorías sobre la plusvalía aparecieron en los años 1905 y 1919. Los Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (1857-1858) pueden considerarse anotaciones a la obra cumbre de Marx, El capital e incluso exposición de ideas complementarias del libro.
Marx hizo referencia a las dos etapas que he mencionado en el prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política (1857), donde afirma que en 1845 él y Engels acordaron “liquidar cuentas” con sus ideas anteriores.
¿Por qué Marx insistió en esa ruptura con los textos escritos antes de 1845? Porque en los libros que van de 1837 a 1844 no se encuentra el enfoque “científico” respecto a la historia humana (materialismo histórico) que él consideraba su creación original.
En opinión de Marx, antes de 1845 su perspectiva era “ideológica”, y por lo tanto distorsionada y falsa, pero una vez fundado el materialismo histórico para él resultó factible investigar a través del “camino seguro de la ciencia”. Esta distinción (ideología-ciencia) se reveló con los años equívoca porque su materialismo histórico o ciencia de la historia resultó ser también una ideología.
Insuficiencias. ¿Cuáles son las insuficiencias y equívocos del planteamiento de este Marx determinista, fatalista y supuestamente científico al que me estoy refiriendo?
Primero: No estudiar con mayor profundidad y detalle la capacidad de autorrenovación de las economías de mercado. Marx descuidó la posibilidad de que la revolución tecnológica y científica, así como los aumentos progresivos de la productividad laboral contradijeran la acumulación infinita del capital, el descenso de la tasa de ganancia y el empobrecimiento generalizado de la población.
Segundo: Al definir al ser humano como un conjunto de relaciones sociales (tesis sexta sobre Feuerbach), Marx olvidó el principio de la eficacia autónoma y creativa de la persona individual respecto a las condiciones sociales en las que nace. Tomando como base algunos fragmentos de sus textos, sospecho que él se percató del error, pero lo hizo al final de su vida, cuando era tarde para volver a empezar.
Tercero: La creación de riqueza es un proceso de cocreación de valor donde participan todas las clases sociales, capas y fragmentos de clase y todas las formas y los tipos de trabajo; pero Marx pensaba que la riqueza es producida solo por un tipo de trabajo y por una parte de la sociedad, mientras la otra (el empresario, el emprendedor) se roba la riqueza, motivo por el cual los segundos deben ser expropiados y aniquilados.
De este modo, la teoría se articuló alrededor de la tesis de que la violencia es la partera de lo nuevo y el odio de clase el eje articulador de la justicia.
Cuarto: El paradigma del odio origina en Marx la tesis de que un grupo de personas debe centralizar el conocimiento necesario para la felicidad de los demás individuos. Ese grupo opera como un planificador totalizante que impone al resto de los mortales su visión del mundo y de la sociedad; por ello, Marx concluye en la necesidad de establecer una dictadura como período de transición hacia una nueva sociedad.
Quinto: Al definir la historia humana como un sistema determinístico (regido por leyes naturales semejantes a las que existen en el universo físico), Marx llegó al absurdo de sostener que la historia es un proceso sin sujeto, donde la subjetividad individual se diluye en fuerzas impersonales como el Estado, la clase social, el líder, el partido político o el mercado.
¿Cómo terminará el capitalismo? El capitalismo encierra las formas de su propia superación (Marx pensaba lo mismo), pero no se trata de una superación por ruptura histórica basada en el odio (como creía Marx), sino por cambio progresivo de ciencia, tecnología y unidad social de intereses diversos.
Existen tres conceptos de esa transformación interna del sistema-mundo: autogestión existencial, autogestión productiva y social y fraternidad. A estos vocablos me referí en Abandonar los fanatismos, vivir sin odio: la vida humana como autogestión creativa (2016).
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Marx anduvo cerca de estos conceptos, los rodeó, los olfateó, casi los palpó, pero al final quedó muy lejos de ellos. Él quiso una sociedad justa de productores libremente asociados, pero el resultado histórico que inspiró, y aún inspira, si bien ahora de manera más disimulada, es el poder despótico de una tecnoburocracia capitalista de militares, políticos, ideólogos, intelectuales y burócratas.
Se cumplió así, por enésima vez, el antiguo aforismo: la especie humana es experta en proclamar altos ideales y al mismo tiempo crear genocidios e infiernos sociales.
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El autor es escritor.