Casi todas las organizaciones debaten acerca de si los trabajadores de cuello blanco debieran regresar a la oficina. La gran mayoría se inclina por un modelo híbrido, pero es más fácil decirlo que hacerlo.
Primero, nadie quiere ir a la oficina los viernes o los lunes. Segundo, las reuniones híbridas, donde algunos participan de forma presente y otros en remoto, son casi siempre disfuncionales, ya que la dinámica presencial y virtual es muy diferente, de manera que siempre habrá dos clases de participantes (dependiendo de varios factores, en remoto suelen recibir el trato de ciudadanos de segunda categoría).
Todos parecen estar de acuerdo en que, dependiendo de los objetivos de las reuniones, algunas son mejores todos a distancia o todos presenciales. Donde se complica la trama es en las reuniones que se convocan para un objetivo y terminan en otro totalmente diferente.
En términos generales, cuando se trata de transmitir información de uno o más participantes hacia los demás, las reuniones virtuales son mucho más eficientes, y cuando se trata de generar discusión para producir ideas, las presenciales ganan por mucho.
Cada vez escucho más y más casos en los que son los más jóvenes los más ardientes defensores de la virtualidad (el disgusto por la disfuncionalidad vial es obvio y entendible); sin embargo, son los jóvenes quienes más pierden con la virtualidad, pierden el contacto rutinario con los más experimentados que, dependiendo de la cultura organizacional, antes siempre estaban dispuestos a compartir su experiencia y conocimiento.
Pero tal vez lo más sorprendente es la facilidad con que las empresas ceden ante las exigencias de los jóvenes. ¿Será que no se están dando cuenta de que están destruyendo la cultura de la organización? El sentido de pertenencia, ¿ya no tiene valor?
Temo que lo están haciendo con perfecta claridad y propósito. Hay una tercera alternativa al trabajo presencial o virtual, el trabajo automatizado con inteligencia artificial (IA).
Transición paulatina
En el país tenemos decenas de empresas multinacionales que emplean decenas de miles de jóvenes en centros de atención a clientes, centros de asistencia y otros que pueden y serán sustituidos por la IA. Es bastante obvio que la transición no será anunciada, sino de manera subversiva.
En funciones con una alta rotación de personal, es probable que un día dejen de contratar nuevos y empiecen por la asistencia nivel 1 en manos de la IA, que no exige nada, no toma vacaciones, trabaja 24 horas al día los 7 días de la semana. La IA no tiene problema de idioma ni de acento, es totalmente adaptable y mantiene siempre la serenidad y nunca deja de optimizar la experiencia del cliente.
Noticia muy reciente y relevante es el permiso de operación de taxis autónomos en la ciudad de San Francisco. Si bien es cierto que tanto en esta ciudad como en Phoenix tienen tiempo de estar operando, lo hacían como una prueba y no podían cobrar por el servicio.
El permiso de cobrar es un hito importante en la automatización de un servicio tan fundamental como lo es la movilidad. Aparentemente, a los seres humanos nos gusta trasladarnos de un lugar a otro con la menor cantidad de fricción posible.
Las presas son el mejor ejemplo de dicha fricción, pero la necesidad de encontrar estacionamiento, el pago por el transporte y la disponibilidad de este son fuentes de fricción. Al eliminar el chofer de un automóvil de transporte público, se elimina cerca de un 70 % del costo (en sociedades desarrolladas, aquí podría ser un porcentaje menor) y el resultado es un servicio más seguro, conveniente y barato que tener vehículo propio o el bus o tranvía.
Dormidos en los laureles
En Costa Rica no hemos hecho absolutamente nada para la introducción de los vehículos autónomos, ni se ha mencionado la regulación necesaria. Pareciera que estamos perfectamente contentos con la pérdida de cientos de vidas todos los años debido a los accidentes de tránsito, casi todos a causa de errores humanos (menos de un 5 % son ocasionados por fallas mecánicas).
En EE. UU. se menciona la cifra de tres millones de choferes, en este país he oído mencionar que en la CCSS hay registrados 50.000 o 60.000. En realidad, no importa cuántos sean, lo que procede es decidir si vamos a retrasar el progreso como si nada estuviera pasando y después alegar desconocimiento del desarrollo tecnológico, o si esta vez vamos a ser responsables y más bien abrazaremos el progreso y seremos pioneros en la adopción de tecnologías claves, como vehículos autónomos, IA, redes 5G, etc.
No hay duda de que empleos van a desaparecer a una velocidad cada vez mayor, tampoco hay duda de que van a aparecer nuevos empleos, pero pareciera existir una disparidad en las velocidades de destrucción y creación de puestos de trabajo. Esto, sin mencionar la velocidad requerida para reentrenar a quienes verán sus puestos de trabajo desaparecer. Lo que sí me parece muy claro es que pretender que esto no está sucediendo es sumamente irresponsable.
Si a la incertidumbre creada por el vertiginoso desarrollo tecnológico le agregamos la creada por el cambio climático, tenemos como resultado los niveles de incertidumbre y ansiedad más altos de la historia.
Para complicar la trama, hay evidencia de que la incertidumbre socava la democracia y estimula el autoritarismo, sobre todo, en los más jóvenes. Mi opinión es que a los más viejos nos afecta menos la incertidumbre porque somos tan brutos que creemos que no nos va a llegar (y seguimos durmiendo de ese lado).
El autor es ingeniero, presidente del Club de Investigación Tecnológica y organizador del TEDxPuraVida.