Columnistas

Turismo en una difícil encrucijada

Mi opinión es que el manejo equivocado de la política económica –monetaria y cambiaria– nos está pasando factura en las actividades turísticas

El desarrollo turístico en Costa Rica, tal como lo conocemos hoy, comenzó a partir de 1990. Fue en esa época cuando empezaron a llegar más turistas interesados en conocer las bellezas del país. Sin duda, la fama de Costa Rica como democracia, país tranquilo, desarmado, pacífico y seguro, junto con la creación del Sistema de Parques Nacionales, le dio a nuestra nación una ventaja con respecto a otros países.

El clímax de esa etapa del desarrollo turístico lo alcanzamos en 2019, cuando nos visitaron 3,1 millones de visitantes y el turismo llegó a representar el 7% del producto interno bruto (PIB), generando 180.000 puestos de trabajo directos e ingresos que se estimaron en $3.988 millones.

Una de las razones por las que se desarrolló el turismo fue la política de “cielos abiertos”, que facilitó el ingreso de muchas aerolíneas. Al aumentar la oferta de asientos, vinieron fuertes inversiones en instalaciones turísticas de primer orden, especialmente hoteles de alto nivel, además de las inversiones domésticas en muchas actividades. Sin embargo, cuando llegó la pandemia de covid-19, el turismo casi desapareció.

Luego vino un proceso de fuerte recuperación en los años 2021 y 2022, con altos crecimientos superiores a los de muchos de nuestros competidores turísticos.

Sin embargo, en 2023 y 2024, el turismo comenzó a mostrar signos de letargo que contrastan con el dinamismo de los años anteriores.

Por otro lado, el turismo mundial en el periodo pospandemia creció lentamente en 2021 y 2022, pero se aceleró considerablemente en el periodo 2023-2024.

Grupo de turistas en botes recorriendo un río rodeado de selva en Costa Rica, disfrutando de actividades turísticas en 2024.
El turismo en Costa Rica generó $5.434 millones en 2024. En la imagen, turistas extranjeros hacen un 'tour' en bote por parajes costarricenses. Foto: Cortesía ICT

Costa Rica no figura entre los 20 destinos turísticos que experimentaron el mayor crecimiento en el periodo pospandemia, ni entre los 10 primeros países de América Latina con mayor crecimiento en esta actividad, de acuerdo con la Organización Mundial de Turismo. Según este organismo, países como El Salvador, Curazao, Colombia, Guatemala, República Dominicana y Panamá, tuvieron crecimientos bastante más altos que el nuestro.

La pregunta que muchos nos hacemos es: ¿Qué ocurrió? ¿Cuáles son las razones que han llevado a que nuestro turismo empiece a debilitarse después de tantos años de éxito?

Es importante analizar las razones y condiciones que provocaron que Costa Rica perdiera el liderazgo que tuvo en el pasado. Es evidente que no se debe a la falta de conectividad aérea, ni a la disponibilidad de instalaciones turísticas, ni a la carencia de aeropuertos internacionales de primer nivel como el Juan Santamaría, aunque el Daniel Oduber, de Liberia, requiere importantes inversiones que no se han hecho.

Mi opinión, expresada en muchas ocasiones, es que el manejo equivocado de la política económica (monetaria y cambiaria) nos está pasando factura en las actividades turísticas, lo mismo que en la exportación de bienes y otros servicios, e incluso en la producción nacional dirigida al mercado local.

Sabemos que Costa Rica siempre ha sido un destino caro, pero ahora es uno de los destinos más caros del mundo (22% de apreciación real de nuestra moneda, según el BCCR. Esta apreciación fue consecuencia principalmente del alto endeudamiento público externo.

Hace poco se publicó en un prestigioso periódico internacional que Tamarindo es el destino turístico más caro del mundo. No sé cuán cierta sea esta afirmación, pero lo que sí es cierto es que somos un país muy caro. Es importante destacar que no ha sido culpa del ICT este letargo en que ha caído el turismo nacional. Esta institución sigue promoviendo nuestro país con eficiencia en el exterior.

¡Y tras cuernos, palos! Después de convertirnos en un país muy caro, se ha agravado considerablemente la seguridad doméstica, especialmente en los principales destinos turísticos como el Caribe, el Pacífico central, las llanuras del norte e incluso Guanacaste. Este es un flagelo muy delicado que debemos enfrentar con decisiones y acciones muy firmes, incluso mucho más complejas que los ajustes que considero necesarios en el manejo de la política económica.

Nuestro Banco Central no puede seguir aislado de la realidad económica del país. Controlar la inflación es lo correcto, pero eso no debe hacerse a costa de la producción doméstica, empleo e inversiones privadas. Todos factores que, según datos del mismo Banco Central, se deterioraron en 2024.

Resulta difícil entender por qué las autoridades, siguen manejando una errónea política que busca reducir la inflación a toda costa y alcanzar una meta de tipo de cambio que los demás mortales no comprendemos ni compartirnos.

Además, el Banco Central continúa manteniendo una alta tasa de interés de política monetaria que dificulta que los agentes turísticos, después de la dramática caída durante la pandemia, puedan acceder a financiamiento bancario sin poner en riesgo muchas de las inversiones realizadas en el pasado.

Los ajustes en el manejo económico se pueden implementar casi de inmediato. No se requieren leyes especiales ni decretos ejecutivos. Lo que se necesita son funcionarios públicos que comprendan la importancia de las actividades turísticas y de las exportaciones de bienes y servicios. El bienestar económico de buena parte de la población mejoraría si estas acciones se tomaran sin demora. En cambio, el tema de la inseguridad local es mucho más delicado y, especialmente, el aumento de las actividades delictivas internacionales que no conocíamos hace pocos años.

Es triste pensar que la alta posición que habíamos logrado en materia turística tienda a agotarse. Ahora necesitamos hacer ajustes urgentes, diría incluso que de emergencia, para salvar el turismo costarricense y devolverle su relevancia como una actividad crucial para nuestro país.

Fernando Naranjo es economista y asesor económico. Se desempeñó como ministro de Hacienda (1986-1989).

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