Fue a principios de los años cincuenta. Una noche, papá nos llevó a mi hermano y a mí al cine Ideal, al costado norte de la plaza González Víquez.
Era mi primer viaje nocturno a San José. Llegábamos desde muy lejos; para alcanzar el cine, cruzamos de cabo a rabo aquella ciudad que me parecía enorme y luminosa, transitada por desconocidos. Estaba acostumbrado a las noches de un pueblo inmutable donde se alojaban las sombras más inquietantes si uno se alejaba de casa, en el que siempre encontrabas a la misma gente.
Del Teatro Ideal, como se le llamó desde el principio, se construyó una primera versión en madera en 1924. Veinte años después se convirtió en una sala moderna estilo art decó que tenía capacidad para numerosos espectadores; entonces se reinauguró con la película “Soy un prófugo”, protagonizada por Cantinflas: seguramente, un éxito de taquilla.
Pero aquella noche, papá, adicto a la ópera y muy especialmente a Giuseppe Verdi, cargó con sus dos chiquillos, vaya a saber por qué, y nos llevó al cine a ver “La fuerza del destino”, por la que él sentía predilección.
Para ese tiempo, lo que viene a continuación yo no lo sabía y si lo hubiera sabido, no lo habría comprendido ni me habría producido frío ni calor. El caso es que la película se rodó en Roma en 1949, y en ella trabajó sigilosamente como extra Otto Watcher, un criminal de guerra nazi que logró evadir la justicia de los aliados porque de otro modo hubiera terminado en la horca.
Cuando la guerra acabó, Watcher corrió a esconderse en los Alpes y después escapó a Roma, donde adoptó un nombre supuesto y fue acogido por el Vaticano. Philippe Sands, abogado y escritor inglés, cuenta en su libro “Calle Este-Oeste” que después de aparecer en la película, Watcher murió aquel mismo año en Roma en circunstancias misteriosas. Entre otros horrores que se le endilgan, el gobierno de Polonia lo acusó de la matanza de más de cien mil polacos.
Lo inquietante del caso es que, de un modo u otro, Otto Watcher se dejó ver en el cine Ideal, y que yo, que presté una esmerada atención a la película al extremo de que todavía hoy la recuerdo, lo vi pero no lo reconocí.
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la Presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPI Legal