Hará unos quince años, Estados Unidos aprobó políticas para reducir su dependencia de hidrocarburos importados, como parte de su estrategia para seguir siendo la primera potencia mundial. Introdujo incentivos a la producción de petróleo (sobre todo el fracking) y de biocombustibles (etanol a base de maíz y biodiésel a base de soya). Impulsó, también, la sustitución de vehículos de combustión por eléctricos, así como la producción de energías renovables (solar y eólica).
Como resultado, redujo la importación de hidrocarburos, sobre todo los provenientes de países con regímenes poco amistosos hacia los “gringos” y de los poco estables políticamente.
La dependencia de Estados Unidos se ha trasladado a la importación de dispositivos tecnológicos, cada vez más necesarios para la fabricación de todo tipo de bienes, pero especialmente de vehículos eléctricos, paneles solares y turbinas eólicas. Y, en la fabricación de estos dispositivos, desde las materias primas hasta el producto final, China es un gran jugador, lo que incomoda tremendamente a Estados Unidos.
De ahí la firma de la Ley de Ciencia y Chips del gobierno de Biden, que pretende invertir unos $50.000 millones para aumentar la producción de semiconductores domésticamente y, con ello, reducir su dependencia de China.
La mayor demanda por trabajos en el sector tecnológico sería uno de los principales beneficios que persigue la Ley de Ciencia y Chips. Pero también constituye un gran reto. Se estima que de aquí al 2030 podría haber un déficit de cerca de 70.000 técnicos e ingenieros y cerca de 1,4 millones de trabajadores en toda la cadena de producción de semiconductores, desde la construcción de plantas hasta la producción final.
Ahí es donde surge una gran oportunidad para Costa Rica, de posicionarse como suplidor en alguno, o varios, de los eslabones de esa cadena de producción. El gobierno de Estados Unidos, consciente del déficit de trabajadores que tendrá en esta industria, firmó un convenio con Costa Rica (y otros países también) para promover la producción de semiconductores en países considerados como amigos (friendshoring). A Costa Rica podría ingresar una gran cantidad de inversión extranjera y, con ello, dar un gran empuje a la creación de muchos puestos de trabajo.
Está en nuestras manos si aprovechamos esta gran oportunidad que se presenta.
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El autor es economista.