Hemos tendido a normalizar muchas cosas: las muertes en las carreteras, los asesinatos, las malas condiciones de las vías nacionales, el desastre educativo público en la mayor parte de escuelas y colegios públicos, los casos de corrupción, los habitantes de la calle, la venta y el consumo de drogas, y una extensa lista de ejemplos más de cosas que carcomen a nuestra sociedad.
Otra que hemos venido a normalizar (ver como normal), a naturalizar (ver como natural) es la situación con la covid-19 en nuestro país. Con el apagón, por los ciberataques, los sistemas de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) quedamos a oscuras respecto a la situación epidemiológica de esa enfermedad. Don Jorge Vargas Cullell muy atinadamente lo dibujó, aunque cargado de alguna suspicacia, en su más reciente artículo en este diario: ‘Au revoir’ pandemia, del pasado 6 de julio.
Definitivamente, la pandemia sigue más viva que nunca. Los casos mundiales suben, lo mismo que las hospitalizaciones y las muertes; en menores proporciones comparado con las primeras olas, cierto, pero sigue muriendo mucha gente: su mamá, su tía, su abuelita, su hermana, su esposa, su hija, etcétera. Pueden ponerlo en masculino si fuera del caso.
Lo cierto es que el SARS-CoV-2 sigue generando nuevas (sub)variantes y la covid-19 sigue estando muy presente. El simple hecho de no hablar de la enfermedad, de no mostrar datos por no tenerlos y, con ello, pensar alegremente que ya se fue o que ya no me va a afectar, será equivocarnos una vez más. Si en forma inconsciente e indolente no aprendemos de nuestros errores muy recientemente pasados, nos exponemos, en buen tico, a que nos revuelque una nueva ola o, quizás, la misma que antes del apagón, nada más que no lo sabremos. Las recomendaciones sanitarias, a pesar de lo molestas o cansadas, siguen siendo vitales y han sido demostradas, no solo en Costa Rica, sino en el mundo entero, como la mejor forma de mitigar el avance de la covid-19.
Es difícil, casi imposible, saber el momento epidemiológico en el cual se encuentra el país, pero si tomamos solo los ejemplos de Italia, Francia o Alemania, podríamos tener una referencia al menos. Allá, se están reportando entre 1.000 a 2.000 casos diarios por millón de habitantes, de acuerdo con datos de Our World in Data, al 9 de julio del 2022. En esos países, el avance de la vacunación con el esquema completo es del 80%, 79% y 76%, respectivamente; con dosis adicionales en el 68%, 59% y 69% de la población, según reporta The New York Times —vaccinations around the Word—.
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Situación país
De acuerdo con los últimos datos de la CCSS y del Ministerio de Salud (MINSA) antes de apagón, el porcentaje de reinfección en Costa Rica era de 9,2% en enero, 6,1% en febrero, 6,4% en marzo, 11,5% en abril y 12,1% en mayo. Los casos iban en aumento, lo mismo las hospitalizaciones y los fallecidos. Por otra parte, los últimos datos de la CCSS sobre el avance en vacunación, al 24 de mayo 2022, nos mostraban que el 86,3% de la población vacunable ya tenía dos dosis, el 47,9% tres y, el 2,9%, una cuarta dosis. ¿Por qué podríamos pensar que el escenario en Costa Rica debería ser diferente al de Italia, Francia o Alemania?
En los últimos dos meses, las subvariantes BA.4 y BA.5, especialmente esta última, son las dominantes a nivel mundial, y empiezan a ganar terreno, a gran velocidad, en nuestro país. No en vano, algunos expertos califican a la BA.5 como la más contagiosa de todas las reportadas, con números efectivos de contagio (Rt) casi comparables con el sarampión.
No ver datos a diario no significa que no existan los casos de enfermedad en todos sus espectros; los centros de salud y los hogares costarricenses lo saben porque lo viven. Sin embargo, tenemos cerca de 41 días sin datos claros sobre el comportamiento de la enfermedad en Costa Rica: ¿qué nos hace pensar que la situación nuestra no es tan mala como en otros países en que hasta se cuestionan si deben volver por medidas de prevención como el uso obligatorio de las mascarillas?
Sin datos, sin información propia, se navega en una tempestad sin los instrumentos necesarios para saber la forma y la dirección correcta para salir de ella. Ante esta situación: ¿por qué no ser creativos en formas de generar datos que nos ayuden a hacer inteligencia epidemiológica? ¿Será que podemos seguir viviendo como si nada estuviera pasando, cada día con menos celo por cumplir medidas de prevención del contagio, pensando que la covid-19 es algo solo de aquellos, pero no de nosotros? Tal vez conciertos, fiestas, partidos de futbol con multitudinarias celebraciones de campeonatos y la ausencia de mascarillas nos hayan respondido ya: ¡La normalización! Pero nos negamos a tener eso por respuesta.
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Sobre los autores: Agustín Gómez Meléndez es estadístico-investigador y trabaja en el Centro de Investigación Observatorio del Desarrollo de la UCR y Juan José Romero Zúñiga es epidemiólogo y profesor de la maestría en Epidemiología en la Universidad Nacional.