La necesidad de que el Ministerio de Educación desarrolle, ante el “apagón educativo”, un plan de nivelación de los aprendizajes de los estudiantes para los próximos años fue una de las principales recomendaciones del VIII informe del estado de la educación (2021).
El país no puede darse el lujo de tener un año más de aprendizajes total o parcialmente perdidos, o no recuperados, en la población estudiantil, por lo que contar con un plan pragmático es urgente para evitar que los daños del apagón se conviertan en permanentes.
Para ello, las características, contenidos, recursos y mecanismos de seguimiento de dicho plan son fundamentales. Las mejores prácticas internacionales y la información generada por el Estado de la Educación permiten formular algunas consideraciones que ayuden a afinar el diseño de las políticas educativas en esta materia.
Sobre las características
En primer lugar, es necesario que el plan sea un instrumento flexible y ajustable en el tiempo, tomando en cuenta las necesidades que vayan surgiendo en el camino y que sean planteadas por los mismos actores educativos responsables de ejecutarlo.
En segundo lugar, es clave que se coloque a la mediación pedagógica docente en el aula como el centro de atención, junto con el aumento de tiempo efectivo de clases durante el calendario escolar.
En tercer lugar, es indispensable el uso de información robusta y precisa para orientar la toma de decisiones y desarrollar estrategias de atención diferenciadas a las distintas poblaciones afectadas por el “apagón educativo” en función de su contexto y necesidades particulares.
Esto significa hacer de la evaluación una práctica medular con instrumentos de calidad que permitan generar los datos requeridos para diseñar intervenciones detalladas, rutinas específicas y precisar los roles de cada uno de los actores educativos en el proceso.
Las fallidas pruebas FARO ofrecen información de lo que aprendieron los estudiantes de un currículo recortado en el 2021 y es importante efectuar una autopsia de ellas para no repetir errores.
Además, se requiere idear mecanismos que permitan saber qué están aprendiendo o no los estudiantes en el 2022. No contar con esta información hará perder precisión y oportunidad al plan de nivelación para lograr una mejora educativa en el menor tiempo posible.
Sobre los contenidos
Un plan de nivelación pragmático debe ser una herramienta para remediar problemas concretos y evitar la tentación de formulación de acciones y estrategias que no conecten de manera clara y robusta con lo que se quiere resolver.
En esta línea, sus principales ejes de atención deben ser los problemas concretos más apremiantes que el sistema educativo enfrenta hoy: la pérdida de habilidades claves de los estudiantes en español y matemática; los problemas socioafectivos de los estudiantes y los nuevos riesgos de exclusión educativa generados por la falta de conectividad en los hogares y en los centros educativos junto con los persistentes problemas de infraestructura.
Para cada uno de estos ejes es necesario fijar objetivos y acciones claras que indiquen cómo se va resolver y en qué plazos.
Subsanar la pérdida de los aprendizajes más afectados por la huelga del 2018 y la pandemia, como lo fueron la escritura y la lectura en español o la estadística y probabilidad en matemática, es prioritario para que los estudiantes puedan desarrollar habilidades claves como la comprensión lectora y la resolución de problemas que requieren para poder llegar a ser ciudadanos plenos del siglo XXI.
Un plan centrado en los principales problemas permitirá al MEP sumar y articular mejor los esfuerzos de los distintos actores sociales interesados en apoyar a los centros educativos y evitar la dispersión de esfuerzos.
Sobre recursos educativos y financieros
Ningún plan será viable y exitoso sin recursos financieros y educativos que permitan su aplicación real en las aulas para apoyar a los docentes, a los estudiantes y a las familias.
En cuanto a los recursos presupuestarios, el MEP y la Asamblea Legislativa deben decirle claramente al país con cuántos recursos se cuenta para hacer viable el plan, especialmente, en asuntos claves como el presupuesto para ampliar jornadas docentes para apoyar a estudiantes que requieren atención extracurricular, las becas para estudiar, el transporte estudiantil y la cobertura en los comedores escolares.
Es importante que el plan indique también los recursos educativos de apoyo al trabajo de aula que tendrán los docentes y los estudiantes para nivelar los aprendizajes, tales como libros, materiales para promover la escritura, bibliotecas, aplicaciones, computadoras, aulas, conectividad de calidad.
Asimismo, si el docente es el principal recurso para lograr la nivelación, entonces la capacitación y el acompañamiento que estos reciban en el aula son temas claves y para ello urge precisar: ¿qué tipo de capacitación recibirán?, ¿cómo se hará?, ¿cuándo?, ¿cómo aprovechar las nuevas tecnologías?, ¿qué instancias y actores apoyarán estos procesos dentro y fuera del MEP?
Evaluación y seguimiento
Finalmente, ningún plan puede tener éxito si su aplicación no se monitorea de manera permanente en cuanto a sus ejes sustantivos.
Al respecto, se requiere el diseño de indicadores para evaluar los resultados y la nivelación alcanzada o no por los estudiantes. De igual importancia resulta la creación de mecanismos de seguimiento y rendición de cuentas de los actores responsables del plan.
Este es un tema necesario para que no se repitan experiencias del pasado como en la huelga del 2018 tras la cual no fue posible documentar cómo se recuperaron los aprendizajes perdidos por los estudiantes y las responsabilidades se diluyeron en el sistema.
De particular relevancia es que en la atención a las poblaciones estudiantiles más afectadas (población vulnerable, indígena, en condición de pobreza, en situación de discapacidad y desconectados), el plan especifique cómo se trabajará con cada una en función de sus contextos y necesidades particulares.
En ausencia de estas definiciones, se corre el riesgo de acciones puntuales y deshilvanadas, sin mayor claridad de la línea de base, los problemas concretos y los objetivos específicos por alcanzar en cada caso.
También son necesarios indicadores relacionados con la gestión curricular desde la unidad de análisis más granular (aula), pasando por el centro educativo, el circuito y la dirección regional que den cuenta de la situación y cómo se está avanzado en el proceso, a fin de que pueda haber retroalimentaciones que permitan ajustes oportunos, cuando sean necesarios.
El país no puede normalizar un ciclo lectivo que no es normal y trabajar como si nada hubiera pasado. La mejor forma de encender las luces del “apagón educativo” es atender con precisión problemas concretos y ofrecer soluciones precisas.
Lo contrario sería demagogia o, peor aún, populismo, algo que nuestros niños, niñas y adolescentes no necesitan, ni merecen.
isabelroman@estadonacion.or.cr
La autora es coordinadora de investigación del Estado de la Educación.