La violencia discursiva de figuras públicas o con poder, a las que se suman influencers, origina diversas manifestaciones de igual naturaleza en la población general. La literatura académica y estudios de comunicación y psicología social concuerdan en que la violencia engendra violencia.
Los discursos cargados de descalificativos, burlas, confrontación o señalamientos iracundos se ven y oyen a diario en nuestro patio con el objetivo de polarizar a la sociedad de forma maniquea.
En su discurso, se ubican del lado de los honestos, los pulcros, los impolutos, los dueños de la verdad y la pureza, del verdadero sentir costarricense; del otro lado están los demás: los “ticos con corona” y sus seguidores, que han creado una “dictadura perfecta”, o peor aún, una “tiranía”.
La violencia en el discurso hacia los opositores –algunos reales, otros creados a propósito para fines autoritarios y populistas–, dígase Asamblea Legislativa, Poder Judicial, Tribunal Supremo de Elecciones, Contraloría General de la República, Defensoría de los Habitantes, universidades públicas, entre los más visibles, son pan de cada día. Se puede hacer un glosario de frases violentas surgidas en los discursos presidenciales y de los miembros de su mesa redonda.
Existe cierta dificultad para definir la violencia. La Organización Mundial de la Salud dice que es “el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”.
Creo que el lector perspicaz no encontrará mucha dificultad para relacionar esta descripción con la retórica presidencial y su pilar de apoyo en la Asamblea Legislativa. “Dinamitar puentes” es más que una frase perdida: está cargada de simbolismos, así como de efectos palpables y verificables.
Cómo operan las narrativas iracundas
La forma en que las narrativas agresivas de políticos o agentes de poder consiguen incitar a la violencia tiene varias explicaciones, sustentadas en teorías sociales surgidas hace medio siglo, que se han ido verificando con el tiempo. Aquí expondré la forma en que la teoría de la cultivación, la espiral del silencio y el espejismo de la mayoría se entrelazan para que el discurso penetre en el grueso de la población, o cuando menos que no sea cuestionado si no es aceptado con resignación.
La teoría del cultivo, propuesta por George Gerbner, sugiere que la exposición prolongada a determinados mensajes en los medios de comunicación —originalmente la televisión— moldea las percepciones y actitudes del público, por ejemplo, la normalización de la violencia. Cuanto más tiempo de exposición, más se acepta y regulariza el mensaje. Así, los discursos violentos de personajes públicos con cierto reconocimiento social, expuestos de forma continua, principalmente en las redes sociales o medios afines a tales figuras, contribuyen a la legitimación de la violencia entre la población.
La teoría de la espiral del silencio, planteada por Elisabeth Noelle-Neumann, explica que la sociedad, de forma tácita, amenaza con el aislamiento a los individuos que expresan posiciones contrarias a las asumidas como mayoritarias; de esa forma, el comportamiento del público se moldea según la percepción del clima de opinión dominante: lo alienta si se acerca al mayoritario o lo cohíbe si siente que es más bien minoritario.
Cuando figuras públicas expresan opiniones violentas o extremas, la gente que comparte su forma de pensar se siente validada y, por tanto, inclinada a expresar y actuar sobre esas ideas de forma desinhibida; el resto tenderá a callar.
Esta idea está respaldada por la teoría de la desindividuación: se pierde la postura habitual frente a las normas sociales y se alteran en función de lo establecido por el grupo, muchas veces de forma temporal y espontánea. Se suma al colectivo de forma irracional, muchas veces no intencional.
Para los investigadores, la desindividuación, en vista de la validación de la violencia que hacen ciertos líderes, conduce a la población a exhibir comportamientos más agresivos, especialmente si se consideran parte de un colectivo.
Según la teoría del espejismo de la mayoría en las redes sociales, explicada por Kristina Lerman, Xiaoran Yan y Xin-Zeng Wu, las personas tienden a creer incorrectamente que su opinión, actitud o comportamiento es compartido por la mayoría, cuando en realidad está en la minoría. Conduce a sentirse confiado para expresar opiniones o comportamientos porque se piensa que está en consonancia con la mayoría. Solo para variar, las redes sociales han llegado a magnificar este efecto.
Manipulación
En general, las percepciones de la opinión pública influyen en la expresión y la formación de opiniones individuales. Si bien son teorías distintas, comparten conceptos y mecanismos que se complementan en la comprensión de la dinámica de la opinión pública.
Las percepciones, correctas o incorrectas, sobre la opinión pública también influyen en la disposición para expresar puntos de vista. Estas aprensiones pueden ser manipuladas hasta afectar la dinámica social y política. No es casualidad que gobernantes populistas, o con aspiraciones a serlo, se esfuercen por obtener el control de los medios, ya sea apropiándoselos o clausurándolos. Si esto no fuera posible, intentarán monopolizar el discurso, hacerlo dominante, reiterativo, omnipresente: una gota de agua puede perforar una roca. Gotas de agua, por cierto, cargadas de posverdad.
En síntesis, las peroratas de violencia, descalificación, burla, choque, anulación o descrédito del presidente Chaves y algunos de sus cercanos colaboradores y discípulos están potenciando las conductas violentas en los más diversos ámbitos de la vida nacional, con una muy negativa afectación al Estado social de derecho y la vida republicana que hemos construido.
El autor es médico veterinario, profesor de Epidemiología en la UNA y la UCR. Ha publicado aproximadamente 140 artículos científicos en revistas especializadas.