La cosa del clima no pinta bien: aumentan las probabilidades de que El Niño vuelva en la segunda mitad de este año. Por si las moscas, no hablo del Niño Dios, quien cada diciembre derrama regalos a los chiquitos. Me refiero a los cambios en los patrones de viento y de lluvia que el calentamiento periódico de la superficie marítima en la región del centro y este-centro del océano Pacífico producen en las regiones tropicales adyacentes.
Como ese calentamiento ocurre típicamente hacia el final de año, fueron pescadores peruanos quienes le pusieron el nombre, al notar el regalo de tener aguas calientitas en zonas donde el mar es más frío que pico de pingüino (otras fuentes dicen que fue un capitán de esa nacionalidad, hacia finales del siglo XIX). Lo cierto es que el nombre pegó y así lo recogió la ciencia.
En nuestro país, El Niño produce sequías en la vertiente pacífica y en la región central, y exceso de lluvias en el Caribe y la zona norte. La explicación de porqué ocurre así se la dejo a los expertos.
Lo claro es que cuando pega El Niño tenemos grandes faltantes de agua en los territorios donde está asentada la mayor parte de la población y la producción nacional. Muere ganado, hay más racionamientos de agua, se pierden cosechas, hay que usar más petróleo para producir electricidad y todo se ve mustio.
¿Cuál es la noticia, digo, aparte del hecho evidente de que Varguitas está tratando de presumir un saber enciclopédico del cual carece? La noticia, para decirlo en cortito, es que antes El Niño nos golpeaba cada tres o cuatro años y entre niño y niño teníamos regímenes generosos de lluvia. Es decir, nos sobraba agua. Hoy, en cambio, hace apenas un año (2015-2016) que salimos de El Niño más prolongado e intenso del cual se tiene registro y, sin tiempo de recuperarnos, vamos para otro. O sea, pareciera que nos estamos secando.
El país debe prepararse para enfrentar este problema. Para empezar, cambiar hábitos de la población: ahorrar agua y castigar el dispendio. Pensar en trasvases para transportar agua desde el Caribe hasta las sedientas zonas del Pacífico nuestro; fomentar la investigación en plantas y semillas más resistentes a la sequía; e impulsar la producción de más energía solar, eólica y geotérmica, pues las represas nuestras estarán afectadas. Adaptarse y mitigar efectos y no llorar luego por el agua que ya sabemos no vamos a tener.