Moisés fue rescatado de las aguas del Nilo, donde había sido arrojado por su madre tras haberlo colocado en una cesta porque un faraón egipcio ordenó la muerte de todo niño judío recién nacido. ¿Quién se atreve a juzgar a esa madre que trató de protegerlo de ser asesinado?
Una mujer, definitivamente creyente, se presenta ante la Virgen de los Ángeles. No sabemos qué diálogo tiene con santa María, madre nuestra. Ignoramos qué conversa con Dios, en ese momento de desnudez de alma frente al altar.
Sin duda tiene fe; confía en que la banca de la basílica es el sitio donde mejor puede dejar en resguardo a la niña que recién ha parido, y lo hace con una nota desgarradora: “No la puedo cuidar, renuncio a mis derechos. No me culpen. Dios me perdonará”. ¿Quién se atreve a juzgar a esa madre que trató de protegerla de su pobreza material e incapacidad de darle cuidado apropiado?
La historia es conmovedora y debería llamarnos a reflexión sobre muchos asuntos que han estado siendo tratados en los últimos días de esta campaña electoral. ¿Qué edad tenía esa mujer cuando quedó embarazada? ¿Sería menor de edad? ¿Sabía cómo evitar un embarazo? ¿Quién la educó en sexualidad y reproducción? ¿Dónde está el hombre que la embarazó? ¿Se trata de un hombre más de esa enorme lista que embaraza y abandona? ¿Acaso fue violada? ¿Dónde se quedó perdida la familia tradicional monogámica amparando a esa niña recién nacida? ¿Qué está haciendo el Estado para evitar llegar a estos dolorosos extremos?
Niños sin papá. Según reportaje de El Financiero (12/8/17), las cifras oficiales del Tribunal Supremo de Elecciones —a junio del 2017— daban cuenta del nacimiento de 605 niños de madres menores de 18 años, que no reportaron el apoyo de un padre (posiblemente más de 1.000 casos ese año): el 27 % del total de los niños nacidos no tiene papá.
El sitio predilecto de la familia tradicional monogámica parece ser la letra muerta de la Constitución Política y el discurso discriminador de algunos políticos con techo de cristal (porque son divorciados y casados en segundas nupcias) en caza de votos.
Nuestra realidad no se puede ocultar bajo el sol. Niños inscritos sin padre. Niños abandonados por su padre, que viven solo con su madre, y a veces con su abuela. Padres que hacen abandono económico y afectivo. Niños abandonados por padre y madre, con declaratoria judicial de abandono o en proceso, bajo custodia del PANI. Los tales “padres” a veces no son más que simples “espermatozoides”; porque ser papá conlleva educar, criar, amar, acompañar.
Son muchos los tipos de familia que existen en nuestra sociedad; todos son producto de circunstancias particulares y deben ser reconocidos y apoyados por el Estado, porque el mejor lugar que tiene un niño para crecer es la familia, y ese es, además, su derecho. Pero la familia no siempre tiene un papá.
Mito. La familia heterosexual monogámica no es la que prevalece en Costa Rica: solo en el 2016 hubo más de 11.000 divorcios, según reportaje de Repretel con datos del Registro Civil (10/1/2017).
En el caso de la niña abandonada en la basílica, es obvio que el eyaculador del semen con que se procreó es un papá que tal vez ni siquiera sabe que esa bebé nació. Tal vez si hubiese estado acompañando el embarazo, la mujer y la niña habrían tenido mejores condiciones, y habrían sido una “familia tradicional”. A ese sujeto no se le buscó ni se le busca, ni se le penaliza su abandono. Por eso, resulta indignante que a la madre se le busque con el Organismo de Investigación Judicial (La Nación, 19/1/2018).
Se revictimiza a la mujer cuando se le persigue y se le inquieta ante un hecho tan desgarrador como debe ser desprenderse de una hija para buscarle un mejor futuro, ante la carencia de condiciones socioeconómicas para criarla (“no puedo cuidarla”).
Es urgente repensar estos temas, lejos de la pasión y el dogmatismo.
Por ahora, quisiera dejar planteada la discusión sobre el artículo 143 del Código Penal: no resulta lógico que se penalice con prisión a “la madre que abandonare un recién nacido de no más de tres días, para ocultar su deshonra”, pero no se haga en igual forma con el padre de ese recién nacido.
La autora es odontóloga.