Como expliqué en artículos anteriores, tanto la carencia de capacidades domésticas de innovación como de políticas apropiadas para alcanzar tal fin constituyen restricciones al crecimiento económico.
En esta oportunidad, comentaré sobre la importancia de la innovación para el crecimiento inclusivo, la eficacia de centrar los esfuerzos de política pública en apoyar solo a las empresas más pequeñas y la idoneidad de los instrumentos que empleamos para promover la innovación. Lo que sigue se fundamenta en dos estudios en que participé recientemente.
Comencemos por el primer punto, cómo la innovación propicia un crecimiento inclusivo. Tengamos presente que a través de la innovación es posible aumentar la productividad, el crecimiento y el bienestar de cualquier economía.
La innovación incluye el desarrollo de tecnologías, procesos nuevos disruptivos, pequeñas alteraciones marginales de las tecnologías y procesos existentes. La evidencia empírica muestra que, estas últimas innovaciones, si se distribuyen ampliamente en todas las actividades productivas de un país (agricultura, manufactura y servicios) y en las empresas con mayor potencial de innovación, sin importar su tamaño, se fomentan aumentos de productividad y el crecimiento económico en magnitudes similares a las de las innovaciones disruptivas.
Las innovaciones disruptivas tienden a surgir de grandes inversiones en investigación y desarrollo (I+D) y suelen ser de alta tecnología, mientras que las innovaciones marginales tienden a ocurrir en sectores de la economía más tradicionales y pueden originar valor si se producen de manera amplia.
Las innovaciones son esenciales para desarrollar ventajas competitivas dinámicas, tanto las tecnológicas (productos, servicios o procesos nuevos o mejorados) como las no tecnológicas (nuevas o mejoradas formas de organización de la empresa y comercialización de bienes y servicios) y así potenciar el crecimiento económico inclusivo (sin dejar a nadie por fuera).
Debido a lo anterior, el debate sobre cuáles políticas y marcos institucionales son los más apropiados para la promoción del esfuerzo innovador toma cada día un papel más relevante en el mundo. De hecho, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) señala que la mejora permanente de las capacidades nacionales de innovación y, por tanto, de la productividad, son elementos claves para el crecimiento económico que permita alcanzar estándares de países de alto ingreso per cápita.
En síntesis, solo si las empresas con mayor potencial innovador en todos los sectores tradicionales experimentan la innovación es posible el crecimiento económico inclusivo.
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Medianas, grandes y exportadoras
Pasemos ahora a discutir sobre la eficacia de concentrar los esfuerzos de las políticas de innovación en las empresas de menor tamaño, como lo hacemos en Costa Rica. Para esto, conviene contar con una caracterización del comportamiento innovador de las empresas de la industria manufacturera y del sector de los servicios.
Esta caracterización es posible gracias al procesamiento y análisis de los datos de las encuestas de innovación más recientes del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Innovación y Telecomunicaciones (Micitt). De hecho, se construyó una taxonomía del esfuerzo innovador de estas empresas, el cual se basa específicamente en tres aspectos claves de la innovación: las capacidades de innovación con que cuentan las empresas (tanto internas como de vinculación), la estrategia de innovación que desarrollan (esfuerzos y resultados) y la percepción sobre los obstáculos que enfrentan para innovar.
De dicho análisis, se concluye que los grupos de empresas con mejores capacidades internas de innovación, posibilidades de vinculación para innovar y que muestran mayores esfuerzos en materia de innovación están formados principalmente por empresas medianas, grandes y exportadoras. Además, el grupo de empresas que innova en todo (producto, proceso, organizacional y comercial) posee el mayor número de compañías exportadoras.
En contraste con este resultado, las políticas de fomento de la innovación apoyan solamente a las micros y pequeñas empresas, sin deparar en si tienen capacidades de innovación y si son exportadoras. Así, está claro que se asignan los escasísimos recursos con que cuenta el Micitt a las empresas equivocadas. Si para esto son necesarios cambios de ley, hagámoslo.
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Del lado equivocado
No menos importante es analizar la idoneidad de los instrumentos de política empleados para fomentar la innovación. Estos instrumentos corresponden a políticas del lado de la oferta, es decir, políticas que consideran que lo fundamental es la producción directa de conocimiento y activos complementarios —principalmente capital humano— de instituciones públicas (laboratorios, institutos de investigación y universidades).
Ese enfoque probó ser insuficiente en los países más avanzados y emergentes exitosos en impulsar la innovación. Desde hace décadas, esas naciones se han movido más hacia políticas enfocadas en la demanda, a saber, en medidas públicas para inducir las innovaciones o la velocidad de difusión de las innovaciones mediante el aumento de la demanda de innovaciones, la definición de nuevos requisitos funcionales para los productos y servicios o para mejorar la articulación de la demanda.
Ejemplos de este tipo de políticas incluyen el otorgamiento de incentivos tributarios o subsidios para la adopción de tecnologías, préstamos y garantías especiales para este mismo objetivo, el apoyo al desarrollo de clústeres, el desarrollo de proveedores, el apoyo para la adquisición de certificaciones, las compras públicas innovadoras y la innovación social.
Costa Rica cuenta con una gran cantidad de instrumentos para promover la innovación. Sin embargo, la totalidad son políticas de innovación del lado de la oferta, o sea, no provocan la demanda de innovaciones o la velocidad de difusión de innovaciones (políticas del lado de la demanda).
Así, se puede concluir que los instrumentos que empleamos no son los idóneos para promover la innovación, como lo muestra la experiencia internacional. Debemos movernos rápidamente para complementar estos instrumentos con políticas del lado de la demanda. Por ejemplo, fortalecer e institucionalizar el incipiente programa de clústeres sería un paso en la dirección correcta.
Como corolario, me gustaría resaltar la importancia de evaluar las políticas públicas, lo cual hemos hecho en el campo de la innovación. Gracias al análisis realizado, es claro que los esfuerzos para fomentar la innovación y un crecimiento más inclusivo no están dando los resultados deseados, ya que, por una parte, estamos centrando los esfuerzos en las empresas con menos capacidades de innovación, mientras que, por otra, los instrumentos que empleamos no son los idóneos.
En síntesis, como lo señaló un colega hace un tiempo al ver los resultados que he comentado, la política de innovación no es más que un espejismo. Ojalá las autoridades se entreguen de lleno a corregir los yerros que arrastramos desde hace décadas en materia de políticas de innovación, por el bien de las empresas y de todos.
El autor es presidente de la Academia de Centroamérica.