Costa Rica se ha enfrascado en una discusión sin fondo en relación con elTLC. En la palestra a menudo giran las siguientes preguntas: El TLC ¿nos beneficia a cada uno de los ticos? ¿Se crearán 500, 100 o 50.000 empleos? ¿Qué efectos tendrá el TLC en el sector X, en la inmigración, en el agua y en la soberanía sobre la isla del Coco? En fin, hemos perdido valioso tiempo y recursos para tratar de adivinar lo que no se sabe. No encontraremos un algoritmo que nos indique concluyentemente todas las consecuencias de aprobar o no el TLC. Para eso, solo el tiempo.
En lo que sí hay mucho terreno que labrar es en lo que el INCAE bautizara como Agenda de Competitividad. Ser un país competitivo implica mucho más que reducir costos en los procesos de producción. ¡Ser competitivo es la única manera que le permita a un país como Costa Rica crecer al 5% de manera sostenida para duplicar su ingreso per cápita cada 14 años!
Para ser competitivo y crecer, resumo lo que para el profesor chileno Ernesto Fontaine son las “vitaminas” necesarias (pero no suficientes) para lograr ese cometido: Tener visión de país; delimitar el gobierno y valorar las empresas públicas con los mismos criterios que se utilizan para las empresas privadas; mantener a dieta al Gobierno (déficit fiscal manejable), sistemas tributarios simples (con la menor distorsión posible); evitar impuestos muy progresivos que incentiven la evasión y castiguen la eficiencia y reducir o evitar los incentivos fiscales; controlar la inflación (para que los precios puedan asignar los recursos sin neblina), rehuir la fijación de precios, permisos y regulaciones excesivas.
Por último, aprovechar el comercio internacional y, de imponerle trabas, escoger la que cause el menor mal (v. gr., subsidios a la exportación en vez de restricciones a la importación).
Ante esto, la pregunta es: ¿Cabe el TLC dentro de la Agenda de Competitividad que permita a Costa Rica ser una nación próspera?