Racismo en la mente
Marcos Ramírez llevaba sentado ya un buen rato en la acera de la pulpería La Vencedora. Estaba aburrido y con su resortera descargada cuando divisó la figura de un negrito descalzo que caminaba cabizbajo por la polvorienta calle junto con su monito Tití.
–¿Por qué te ves tan triste, niño?” –le preguntó Marcos.
El negrito se secó las lágrimas que le bajaban por las mejillas y, tras respirar hondo, le confesó el motivo de su pena:
–Es que ya no me quieren en la escuela –dijo sollozando.
–¡Ah, caramba! ¿Cómo es eso? ¿Te expulsaron por mal portado? De seguro sos un gran travieso como yo y te jalaste alguna torta. ¿Qué fue: le tiraste un cachirulo a la maestra? Ya sé: le pegaste un cosco al más gordo de la clase –le increpó Marcos con malicia.
–Noooooooo –respondió el negrito–. Es que el Ministerio de Educación Pública dice que en las escuelas no es obligatorio leer el cuento de donde yo vengo. ¡Imaginate! Entonces, ahora ya no podré contarles mis aventuras a todos estos niños de Costa Rica.
Una mirada de compasión se dibujó entonces en el pecoso rostro de Marcos Ramírez.
–Y vos ¿cómo te llamás? –le preguntó.
–Yo soy Cocorí –contestó en forma tímida.
–Pues vieras, Cocorí, que a mí me pasó lo mismo el año pasado cuando esos mismos señores decidieron que en el colegio ya no era obligación hablar de las cosas sorprendentes que me han ocurrido en El Llano de Alajuela –le comentó.
–Sí, pero a vos nadie te ha acusado de racista –le contestó el negrito.
–Y ¿qué es eso de racista? Si se trata de una pandilla, te advierto que la mía es la más brava de todas –sostuvo Marcos.
–Pues no estoy muy seguro, pero otras personas muy influyentes dicen que ofendo a los negros. Y yo pienso que mi libro más bien destaca los buenos sentimientos de mi gente y las cosas lindas que hay en las selvas de mi querido Limón –expuso el negrito.
–Me suena raro este asunto. Como diría mi agüelo , que no aguanta nada, aquí hay gato encerrado. Pero no te preocupés, algún día alguien te va a sacar de este destierro porque el racismo no está en tu libro; está en la mente de esos señores –le dijo Marcos.
–¡Uyyyyy, ojalá así sea! Y también espero volver a encontrarme con vos en los salones de clase –le sonrió Cocorí.