Hace como 25 años leí An Inquiry into the Human Prospect, algo así como Una interrogante sobre el destino de la humanidad, del profesor Robert L. Heilbroner recientemente fallecido.
La lectura del libro me impactó y dejó en mí una huella indeleble para el resto de mis días.
Cada párrafo de la obra de Heilbroner, eminente economista y filósofo, es como un puñetazo de alerta a la conciencia del lector en relación con la capacidad de sobrevivencia de su propia especie. Aquellos que leyeron el libro, pero olvidaron muy pronto su extraordinario contenido, cabría preguntarles: ¿De qué les sirvió pasar esta vida, independientemente del éxito obtenido en sus respectivas ocupaciones y aficiones, si no les quedó en sus conciencias nada realmente importante?
Permítaseme citar solo dos párrafos del libro al puro comienzo del texto. Traducción libre: "Hay una pregunta que está en el aire, más percibida que vista, tal como la invisible aproximación de una tormenta distante, una pregunta que yo dudaría hacerla en voz alta si no fuera porque creo que existe, sin expresarla, en la mente de muchos, cual es: ¿Existe esperanza para el hombre? En otra era, una pregunta similar habría provocado pensamientos relacionados espiritualmente con la salvación o condena final del hombre. Pero, en la actualidad, las dudas que albergamos están relacionadas con la vida en la tierra, ahora, y con las relativamente pocas generaciones que constituyen el límite de nuestra capacidad para imaginar el futuro. Porque la pregunta en sí indaga la posibilidad de imaginar un futuro diferente de la continuación de las tinieblas, de la crueldad y desorden del pasado; peor, si no podemos entrever en el destino humano un deterioro de las cosas y el imparable acercamiento de una catástrofe de pavorosas dimensiones".
Incontenible presión. Durante los casi 30 años transcurridos desde la publicación del libro de Heilbroner y el presente, es innegable que ha habido, de parte de las poblaciones en general, de diversos gobiernos, de la ONU y de organizaciones privadas, una mayor toma de conciencia sobre los males que afligen al planeta. Por desgracia, la incontenible presión demográfica, unida a la irresponsabilidad y codicia criminal inherentes a la especie humana está destruyendo nuestra casa mayor y explotando más allá de lo debido sus recursos naturales.
Para muestra lo siguiente: Un estudio apoyado por 1.360 científicos de 95 países, algunos de ellos líderes de fama mundial en sus respectivas disciplinas, dieron la voz de alerta de que casi las dos terceras partes de la naturaleza sobre la cual se asienta la vida en la Tierra están siendo degradadas por la presión humana.
Los humedales, bosques, sabanas y estuarios (la aviación norteamericana destruyó el gran estuario del río Mekong lanzando el agente naranja durante la guerra de Vietnam), cuya función es reciclar aire, agua y nutrientes para organismos vivos están siendo irreversiblemente dañados. Una sola especie, la humana, se ha convertido en un peligro mortal para las 10 millones de otras especies en el planeta y para sí misma.
Desenfrenada destrucción. El estudio advierte que para satisfacer la demanda humana de alimentos, agua potable, madera, fibra y combustible, más tierra se ha necesitado para actividades agrícolas durante los pasados 60 años que durante los siglos XVIII Y XIX combinados. Cerca del 24% de la superficie de la Tierra está actualmente cultivada. La cantidad de agua que se ha drenado de lagos y ríos se ha duplicado en los últimos 40 años. Los humanos utilizan ahora hasta un 50% del agua disponible en el planeta. Al menos una cuarta parte de las reservas de peces es explotada más allá de lo necesario. En algunas partes de los océanos la pesca es apenas un 1% de lo que se obtenía antes de la industrialización de la actividad. Desde 1980 cerca del 35% de los manglares se ha perdido, el 20% de las barreras coralinas ha sido destruido y otro 20% degradado.
La deforestación global podría aumentar el riesgo de un masivo surgimiento de enfermedades como la malaria y el cólera. El flujo de los grandes ríos como el Amarillo en China, el Nilo en África y el Colorado en Norteamérica se secan antes de llegar al océano. El mar de Aral se ha reducido en dos tercios en los últimos 50 años.
Frente a estas calamidades pavorosas, los recursos naturales siguen bajando y la presión demográfica aumenta y aumenta.