Me refiero a “Desarrollo humano crece más en cantones turísticos” (La Nación, 22/12/06, pág. 4 A), reportaje basado en una investigación del PNUD, donde se afirma que “la calidad de vida de los costarricenses desde el 2000 hasta la actualidad mejoró más en los cantones con actividad turística”, para luego, aseverar que “Los cantones de Garabito, Santa Cruz, León Cortés, Parrita, Aguirre y Nandayure presentaron el mayor Índice de Desarrollo Humano (IDH)…”.
Me llama mucho la atención que el IDH, en el artículo de marras, tácitamente sea igualado con el Índice de Bienestar Material (IBM) en las zonas turísticas, parámetro utilizado por el PNUD para medir el consumo de energía eléctrica en tales áreas e indicativo de la mejoría económica de la gente de esos sitios. De esto se colige que si el IDH aumentó es porque el IBM creció. Pero, ¡cuidado!, porque el IBM, según el artículo, se está reflejando solo en los propietarios turísticos y comerciales, no en toda la población de esos lugares; ergo, el IDH únicamente ha beneficiado a cierto sector social: el grupo que ostenta la mayor riqueza. La prueba la aporta el mismo reportaje cuando dice que en los cantones de Santa Cruz, Garabito y Aguirre, jurisdicciones incluidas en el estudio del PNUD, la pobreza no ha cedido ante el ímpetu económico experimentado en ellos.
Pobreza indemne. Nivel de vida no es sinónimo de calidad de vida, como parece insinuar el artículo; este último concepto se extiende más allá del aspecto propiamente económico, para abarcar dimensiones sociales y culturales, cuyo fin es apuntalar las condiciones que propicien el desarrollo integral del ser humano. Esto no aparenta ser el caso de los cantones costeros mencionados en el estudio del PNUD; incluso si nos atenemos a la acepción de nivel de vida, repararemos en que la riqueza generada por el grupo más pudiente en esos cantones, está siendo distribuida sí, pero solamente al interior de él. Si no fuera así, ¿cómo explicar que la pobreza no ha disminuido?
Si hubiese riqueza que distribuir aparte del sector de más altos ingresos, ¿cómo entender, entonces, que hoy muchos agricultores de esos lares, quienes antes poseían terrenos para producir, ahora son peones de los nuevos dueños o lo son de la actividad de construcción de hoteles y de locales comerciales? ¿Desarrollo humano o calidad de vida no deben implicar, acaso, y por ejemplo, incrementar el nivel educativo de los peones para que éstos superen sus limitaciones de pobreza y puedan aspirar a puestos de trabajo mejor remunerados, o que ellos y sus familias tengan seguridad, baja contaminación ambiental, derecho a ingresar sin cortapisas a las playas, libres del flagelo de la droga y no estar al alcance de los corruptores sexuales que llegaron por la atracción del turismo? Pienso que lo que debió obtenerse en el estudio del PNUD es el Índice de Concentración de la Riqueza (ICR), que refleja mejor lo que ha pasado en los cantones dichos pues, desde mi óptica, desarrollo humano no es equivalente per se al control y disfrute de bienes materiales por el estamento social que más puede hacerlo.