Mientras el Gobierno central dice estar en la lipidia por cuanto de cada colón que recauda Hacienda, dos ya están comprometidos, los sindicalistas agrupados en Sintrajap pretenden que Japdeva les regale más de ¢850 millones cargados a las tarifas portuarias que cobra la institución en Limón.
Alguien podría pensar que si esas sumas de dinero se cargan a las ya elevadas tarifas, de todos modos son las compañías navieras extranjeras las que deben pagarlas. Pero, como dice el refrán, no existe almuerzo gratis. Ya es sabido que algunos capitanes de barcos prefieren ir a descargar a los puertos de Panamá o Nicaragua antes de ser esquilmados en los puertos costarricenses. ¿Que pasará si ese esquilmo continúa sin freno?
Con el cuentito de derechos adquiridos, las peticiones rebasan todo sentido de decencia y proporción, al extremo de que uno no sabe si reír o indignarse por la desfachatez de las pretensiones. Ayer fueron los CAT, por medio de los cuales algunos malos empresarios exportadores se dedicaron a robar el dinero público; hoy, aún sin superar el trauma causado al país entero por el encarcelamiento de dos expresidentes sospechosos de enriquecimiento ilícito y otros cargos, y un tercero por venir, no es admisible que continúe el jolgorio de los grupos de presión, de cualquier signo que sean.
Por tanto, merece una felicitación la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos, al desautorizar por segunda vez en un año, el pago, entre otras 10 peticiones, de ¢97,5 millones por horas extras no trabajadas. Parece que el descaro y el cinismo no tienen límites en ciertos grupos de presión.
Por eso, el ingenio de los ticos dice que Sintrajap significa: “Sin trabajar jalemos a pasear”.