Conmemoramos el nacimiento del Señor Jesús del seno virginal de María Santísima. No importa dónde estemos y quiénes seamos. Jesús viene para todos.
Algunos consideran la Navidad como un día de auténtica alegría interior. Otros se la pasan más en la agitación de las compras y la preparación de la comida. Otros sienten más el peso de la soledad o la desesperación; y la nostalgia del amor infinito brota en su corazón.
En Belén, hace unos dos milenios, sucedía algo bastante parecido. El pueblo se encontraba con gente de todo tipo: unos en ruidosa alegría, otros sufriendo; lo cierto es que pocos se dieron cuenta que esa noche ocurría el acontecimiento más importante en la historia de la humanidad.
Ante la celebración del nacimiento de Jesús estamos invitados a no dejarnos ganar por la bulla exterior o por nuestras nostalgias. Estamos llamados a descubrir cuál es el sentido del nacimiento del Niño Dios para nuestra propia vida y para el mundo de hoy.
Es en este mundo lleno de problemas, donde la opresión no ha dejado de existir, la pobreza hiere a tantos, en donde algunos migrantes se encuentran empobrecidos, donde la violencia y la cultura de muerte son moneda de cada día; por más paradójica que sea: tenemos un motivo real para estar alegres.
La alegría no brota de una falta de sensibilidad, de una actitud "insolidaria"; más bien brota de una profunda convicción de que la verdadera solidaridad y sensibilidad (nacen del encuentro con el Niño Dios) y se expresan al trabajar por el mayor bien posible al prójimo. Y justamente, la mayor bendición para el ser humano es la presencia entre nosotros de Aquel por el que hemos sido reconciliados. Él es la garantía de nuestra esperanza concreta. El nos muestra una luz, en medio de cualquier dolor.
Hoy día todo apunta al pesebre de Belén, donde nace el Niño Dios. Ese nombre expresa la dimensión del Emmanuel: "Dios con nosotros".
Al mirar a Belén debemos descubrir que lo esencial en la Navidad es el "dulce Señor Jesús".
Los caminos de Dios. Los pasajes del Evangelio nos muestran el sentido de la alegría universal ante la encarnación de Jesús. Alegría para José y María. Alegría para los coros celestes. Alegría para los humildes pastorcitos. Luego un gran contento para los Reyes Magos, para el anciano Simeón, para Ana. Y ahora un gran júbilo para nosotros.
Nos muestra también que unos son los caminos de Dios y otros, los de los hombres. Aunque Jesús nace en Belén, realizando las profecías de la descendencia davídica, no es rico y humanamente poderoso; sino pobre, frágil y humilde. No se le espera, más bien se cierran las puertas ante él. Unos humildes pastores son invitados a alegrarse y a reconocer en aquel niño, nada menos que, al Mesías Salvador.
¿Por qué esa alegría para nosotros?
Porque conmemoramos la venida del amor salvador de Dios a la humanidad. Porque es el Señor Jesús quien restaura la amistad perdida por el pecado original. "Que nadie se considere excluido de esta alegría -nos dice san León Magno- pues el motivo de este gozo es común para todos; nuestro Señor en efecto, vencedor del pecado y de la muerte, así como no encontró a nadie libre de culpa, así ha venido para salvarnos a todos". (Sermón I sobre la Natividad).
Él nos muestra el sentido de nuestra propia vida. Precisamente el papa Juan Pablo II -el Grande- decía estas palabras: "Vale la pena ser hombre porque tú te has hecho hombre".
Ese humilde Niño del pesebre de Belén es nuestra alegría y nuestra fuerza. Que no solo nuestra boca y nuestro corazón, sino que nuestras mismas acciones según el designio divino entonen un permanente: "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz entre los hombres de buena voluntad".
El hombre está llamado a transparentar al Verbo, a Cristo. El hombre está llamado a ser palabra de Dios para los demás. Hoy más que nunca en Costa Rica necesitamos esa luz que nos trae el Niño Dios.
Nosotros cantamos el "Venid adoremos". ¿Qué significa esto? Adoramos reconociendo en la pequeñez de ese Niño, al Dios infinito, y buscando ser santos. desplegándonos. "Adorar es desplegarse en la vida cotidiana dando con ello gloria a Dios". Vayamos juntos, vayamos a adorar al Niño, a darle gloria con nuestras vidas, en nuestra vida cotidiana. Ello también significa que lo testimoniemos con nuestras vidas. Que lo gritemos al mundo pues es el único que sacia los anhelos del hombre contemporáneo. Es el único que nos muestra horizontes y mañanas mejores, Se nos presenta, hoy más que nunca, como nuestro ideal de vida. Como el que nos muestra que es posible un mundo mejor si lo escuchamos y vivimos como él nos enseña.