Cartago, 8 de abril de 1834. Nace Pancha Carrasco. Antecesora de las luchas feministas, destacó en la lucha contra los filibusteros. Con 20 años, acudió al llamado de don Juan Mora Porras para defender el suelo patrio de la invasión extranjera, sumándose a los campesinos y labradores que integraban "El Ejército de los Inmortales".
Mientras el ejército fue expedicionario, cumplió funciones de cocinera. Luego, doña Pancha marchó con el ejército hasta Rivas donde se desempeñó en trabajos de auxilio a enfermos, cocina, acarreo de municiones, control del censo de heridos y muertos, y sepulturera. Además, cocinó para el estado mayor, y para el presidente Mora que iba al frente del ejército, y se dice que en alguna ocasión fungió como Secretaria del Presidente, quien le dictó parte de su correspondencia oficial.
De Rivas, doña Pancha pasó a la Campaña del Tránsito, que terminó con el dominio costarricense del río San Juan. Finalmente, regresó a Costa Rica con el ejército.
Por su patriotismo y valentía, el presidente Mora la condecoró con una medalla de oro -que actualmente se encuentra en el Museo Nacional-, en la que se lee: "Santa Rosa, Rivas, San Juan, Presa de Vapores, Castillo, fuerte San Jorge". "Costa Rica agradecida, premio al valor". Reflejo del compromiso femenino con las causas justas, Pancha Carrasco falleció el 31 de diciembre de 1890.
Cartago, 8 de abril de 1916. Nace Yolanda Oreamuno. Escritora talentosa, a la edad de 20 años había publicado ya excelentes ensayos en el Repertorio Americano.
Se nos fue en 1956, en el México que acogió a Eunice Odio, a Chavela Carvajal, a Max Jiménez y a todos los que, en los cuarentas, debieron salir de la Patria. Su recuerdo está inseparablemente ligado a tres situaciones: el sufrimiento de la madre que no pudo vivir con su hijo; el mito de su insuperable belleza, y la realidad de su pluma transparente y denunciante, que a pesar del tiempo sigue teniendo vigencia en este San José que es el mismo de siempre...
En su ensayo El ambiente tico y los mitos tropicales, Yolanda achaca "al ambiente" las particularidades de carácter -de forma de ser- del tico, las que describe así: "la ausencia casi absoluta de espíritu de lucha... de espíritu antiagresivo... Nos han quedado como lacras la ausencia total de sangre corajuda", el "abstencionismo", esto es: "al que pretende levantar demasiado la cabeza sobre el nivel general, no se le corta. ¡No!... Le bajan suavemente el suelo que pisa, y despacio, sin violencia, se le coloca a la altura conveniente", el "choteo", que "es un arma blanca, ¡blanca como una camelia!, que se puede portar sin licencia y se puede esgrimir sin responsabilidad. Tiene finísimos ribetes líricos, de agudo ingenio, sirve para demostrar habilidad, para aparecer perito, para ser oportuno, filosófico y erudito... Además, contra tan fina y elegante arma no hay defensa". Nos habla del "mito tropical" de la demoperfectocracia... mujeres bonitas, presidente sin guardias por las calles... y dice que tenemos dos formas de democracia: la activa, en movimiento y evolución, y la pasiva, expresada en la Constitución. Indica: "vivimos la segunda y cantamos la primera en el Himno Nacional".
En "¿Qué hora es?", sentencia: "¡Que no haga la mujer poses de feminista, mientras no haya conseguido la liberación de su intelecto, de lo mejor de ella misma preso dentro de su propio cuerpo! (...) El feminismo que busca reivindicaciones "políticas", sin haber conseguido otro éxito que el de ponernos tacones bajos y el de cortarnos el pelo, será por fuerza un movimiento equivocado mientras no le quite a la mujer el prejuicio de que el hombre debe mantenerla y mientras no borre de la masa cerebral femenina "el miedo de decir", el decir mal, y la deliberada tendencia a ignorar todo lo que no sean nuestros mediocres y pequeños problemas individuales. Y tampoco pasar por alto que para ejercer nuestros derechos debemos pasar antes por el pleno cumplimiento de responsabilidades y deberes. (...) No se puede izar bandera sin tener asta. Precisamente, lo que nos falta a las mujeres de hoy". "Así, lo necesario es forjar la verdadera personalidad femenina (...) una personalidad equipotencial, nunca igual a la del hombre, que nos faculte para escoger rutas cuando hay cerrazón de horizontes. Un estado de espíritu de solidez tal que nos convierta en compañeras y no en esclavas, acusadas o encubiertas, del hombre."
Dos cartagas nacidas el mismo día estremecieron la sociedad mojigata de su época. Hoy nos hacen falta mujeres dispuestas a romper con esta sociedad tan igual a la de siempre, con tanta indiferencia, con tanta discriminación y con tanta injusticia. Por eso, quiero terminar con estas palabras de Yolanda: "yo sé que amanece y a pesar de eso está oscuro. Es que debe de haber amaneceres negros" Y quisiera, por esta vez, pensar diferente y decir más bien con el poeta que ojalá sea cierto que nunca está más oscuro que cuando va a amanecer.
Recordar a Pancha Carrasco y a Yolanda Oreamuno es, finalmente, un llamado a la sororidad, a apoyar a quienes, desde ya, han iniciado la búsqueda de mayores espacios políticos para la mujer, a respaldar a quienes luchan contra toda forma de discriminación por género, a buscar mayores oportunidades para la realización de la mujer y quizás también simplemente -como decía Joyce Zürcher desde esta misma página- a darnos la mano.