Las perspectivas de crecimiento del empleo privado en Costa Rica son relativamente bajas para el año entrante. Así se desprende de dos encuestas empresariales publicadas en este diario la semana pasada. El corolario inevitable es que el desempleo podría aumentar e incrementarse los niveles de pobreza y desigualdad. ¿Qué está sucediendo en nuestros mercados productivo y laboral?
La respuesta a esta interrogante no es simple y causa desasosiego entre economistas, empresarios, funcionarios y candidatos presidenciales, la mayoría de los cuales ha hecho de la generación de empleo una especie de cruzada electoral. Las propuestas van desde la elaboración de una novedosa política de empleo (sin especificar cómo), hasta impulsar el crecimiento de la producción para generar fuentes de trabajo. Esta última propuesta encuentra sustento en todos los planteamientos serios de la economía formal. El empleo formal es, por mucho, la principal fuente de ingresos de los trabajadores. Pero, aun así, surge la pregunta de por qué la economía costarricense no crece a ritmos elevados y sostenidos (6% real por períodos prolongados), que es lo requerido para disminuir el desempleo y la pobreza.
Existen grandes contrasentidos. Por una parte, la producción nacional, medida por la variación trimestral del PIB, ha repuntado en los últimos meses a tasas superiores al 2,5% anual, y las perspectivas para el 2014 apuntan a un crecimiento real del 4%, según cifras emanadas de la Cepal y el Banco Central. Pero, por otra, dos encuestas de opinión realizadas entre empresarios reflejan el desgano de contratar nuevos empleados en el primer semestre del 2014.
Según una encuesta de la firma Manpower, y otra de la Cámara de Comercio, los planes de los comerciantes para el 2014 revelan prácticamente un congelamiento de plazas. Un 70% de los encuestados en ambos sondeos declara estar dispuesto a mantener el número de puestos de trabajo; mientras que entre un 10% y un 17% contempla reducir la planilla el año entrante. Sin embargo, la economía crecerá alrededor de un 4% en términos reales, nada despreciable si se compara con el promedio latinoamericano esperado para el próximo año: alrededor de 3,5%.
La argumentación de los empresarios para paralizar sus inversiones y no aumentar su personal merece un análisis detenido. Si las ventas no crecen –aducen–, no pueden darse el lujo de contratar más personas (salvo las temporales propias de la Navidad) para no aumentar sus costos y afectar utilidades. Eso es comprensible. Mientras no haya una reactivación de las economías interna y externa, el empleo permanecerá estancado. Pero hay otras razones también importantes. La incertidumbre política es una de ellas, asociada con las incógnitas sobre las distintas estrategias económicas: fiscal, tributaria, monetaria, cambiaria y eventuales controles de precios. Las dudas hacen que los empresarios se muestren reticentes a invertir y generar fuentes de trabajo. Falta de confianza es el común denominador, no solo entre comerciantes, sino también en otros sectores empresariales.
En particular, existe el temor de que un eventual Gobierno socialista merme el capital extranjero, y el proveniente de recursos nacionales tienda a buscar otros territorios donde invertir con mayor seguridad. También es fuente de preocupación la incertidumbre de cómo se integrarían los equipos de gobierno y cuáles serían las políticas a implementar ante una visión que podría resultar muy diferente. Y ese temor encuentra sustento en la experiencia de otros países que han implantado, por la vía democrática, Gobiernos socialistas.
Venezuela es un claro ejemplo. El Estado cobró un rol mucho más activo y limitante en el manejo de la economía, con extensos controles y prohibiciones a la actividad empresarial privada, estimulando la fuga de capitales. La inversión privada y crecimiento son magros, la inflación es una de las más elevadas de Latinoamérica, junto con la de Argentina, y los controles de precios, entre otras limitaciones, son cada vez más extensos y dañinos para el bienestar general. Evidentemente, no quisiéramos una experiencia similar para nuestro país.
Según el presidente de la Cámara de Comercio de Costa Rica, Francisco Llobet, “el próximo año, las personas sin empleo tendrán un panorama difícil para poder colocarse. La incertidumbre de lo que pueda pasar con el próximo Gobierno influye”. Tiene razón. Por eso es muy importante que todos los candidatos a la presidencia de la República definan muy claramente cuáles son sus ideas y programas para estimular el crecimiento y el empleo, y que el país pueda valorarlos con anticipación. Los ciudadanos también tienen derecho a saber para poder hacer la mejor escogencia democrática. Después de todo, la economía, la política y la actividad empresarial van siempre de la mano. Y de ellas dependen el incremento de la producción, la generación de empleo y el bienestar de todos los costarricenses.