La diáspora científica costarricense no cesa y no todo su empuje se explica por los salarios. Costa Rica no compite con los beneficios laborales ofrecidos en otros países, pero tampoco brinda condiciones adecuadas para la actividad científica. Algunas áreas de la ciencia son una utopía para nuestro medio, debido a los costos de las investigaciones más complejas, pero bien se podrían atender las limitaciones más inmediatas.
Las entrevistas con 765 científicos costarricenses de alto nivel, residentes en 42 países donde laboran en sus áreas de especialidad, apuntan a barreras difíciles de derribar para lograr su retorno al país, pero también señalan otras cuya persistencia es inexcusable, como las trabas burocráticas para importar reactivos y equipo científico-tecnológico requerido para la investigación.
El simple reconocimiento de un título de las más prestigiosas universidades del mundo exige un sinfín de firmas, sellos y apostilla, para no mencionar las barreras erigidas en cualquier dependencia gubernamental cuya participación sea necesaria para resolver todo tipo de problemas, desde los migratorios hasta la importación de insumos.
El estudio, ejecutado por el proyecto Hipatia del Estado de la Nación, también recogió quejas por la falta de integración del país a las redes de investigación internacionales, así como las oportunidades de pasantías y doctorados. La ciencia se desarrolla cada vez más en colaboración facilitada por las tecnologías de comunicación, pero el país no ha conseguido insertarse a plenitud, opinan los entrevistados.
Quizás la queja más constante sea la falta de fondos para investigación y desarrollo en el sector público —donde no sorprende— y también en el privado, donde el Estado podría diseñar políticas para incentivarlas. Esa debería ser una de las tareas fundamentales del Ministerio de Ciencia y Tecnología, demasiado ocupado en la administración de las telecomunicaciones y otras tareas para las cuales tampoco ha demostrado mayor capacidad. El despacho es un patito feo en la Administración Pública, aunque en ocasiones sus titulares fueron reclutados por méritos extraordinarios.
Wálter Fernández Rojas, presidente de la Academia Nacional de Ciencias, critica la falta de coordinación entre los planes nacionales de ciencia, tecnología e innovación y las áreas de especialización de los investigadores. Otro tanto se podría decir de la conjunción de esos planes con las necesidades del parque empresarial existente y, también, el posible.
El país se ha esforzado por atraer empresas tecnológicas y científicas; sin embargo, esa tarea no debe limitarse a ofrecer personal bien capacitado y ventajas como seguridad jurídica, incentivos fiscales y paz social. Una política de estímulo a la investigación y desarrollo vinculada con las necesidades de la industria podría ser un complemento para redondear la oferta.
Pese a tantas limitaciones, en Costa Rica se hace ciencia y eso no debemos perderlo de vista. Señala un camino por donde explorar fortalezas y capacidades. Si no logramos competir en salarios, cuando menos mejoremos las condiciones para realizar la vocación de los jóvenes que parten ilusionados hacia otros países.
Si tampoco así es posible recuperarlos, es necesario diseñar programas para mantenerlos vinculados con la actividad científica nacional. Esas iniciativas no existen, pese a la clara conciencia de la diáspora y los ejemplos de sus posibilidades surgidos de esfuerzos individuales e inconexos.
Hace años, el Hospital Nacional de Niños reclutó el apoyo de una eminencia mundial de la cardiología pediátrica para enfrentar una crisis de mortalidad en ese servicio. El Dr. Eduardo da Cruz se graduó en la Universidad de Costa Rica y se trasladó a Francia para completar estudios. Trabajó en los principales hospitales de París, Edimburgo y Denver. Ahora lo hace en Boston, adonde se trasladó para ocupar una cátedra en la Escuela de Medicina de Harvard.
En cuanto recibió el llamado del hospital donde fue residente, se puso a sus órdenes. Viajó en varias oportunidades al país y mantuvo constante contacto con los médicos nacionales gracias a la internet. Los resultados fueron extraordinarios y muchos de esos médicos se reconocen hoy, con orgullo, como alumnos de Da Cruz, quien no cobró por sus servicios y tampoco ha recibido, fuera del hospital, todo el agradecimiento a que tiene derecho. A fin de cuentas, aspira a retirarse en Costa Rica.