El contundente triunfo de Bernardo Arévalo en la segunda ronda electoral de Guatemala, celebrada el domingo, es un claro testimonio del rechazo ciudadano a las inmovilistas estructuras de privilegio y corrupción enquistadas en el Estado, y de confianza en que el candidato y su equipo constituyen la mejor opción para desarraigarlas.
Escrutadas la totalidad de las mesas, tras una jornada en que imperaron la normalidad durante el ejercicio del voto y admirables agilidad y transparencia en su conteo y divulgación por parte del Tribunal Supremo Electoral, Arévalo, del Movimiento Semilla, obtuvo el 58,01 % de apoyo, frente al 37,24 % de Sandra Torres, candidata de la Unión Nacional de la Esperanza (UNE). El resto fueron votos nulos o en blanco. La participación fue de apenas el 45,10 % del padrón, una cifra usual en las segundas vueltas guatemaltecas.
Se abre ahora un período en que las enormes expectativas populares deberán ser ajustadas a la realidad política, económica y social del país, y en que, a pesar del inobjetable apoyo recibido por el candidato y su partido, los derrotados harán todo lo posible por frenar con maniobras espurias su llegada al poder. No se puede descartar que, de aquí al 24 de enero, cuando se produzca el traspaso, hagan todo lo posible por descarrilarlo.
Al cierre de esta edición, Torres y su partido no habían reconocido la victoria de Arévalo; peor aún, el comité ejecutivo de la UNE anunció que fijará “una postura definitiva cuando se esclarezcan los resultados con total transparencia”, como venían “exigiendo”. Se trata de un burdo intento por sembrar zozobra, deslegitimar el proceso y justificar otras posibles acciones entorpecedoras. Cuentan, además, con el apoyo de sectores del Poder Judicial y otros grupos integrantes del llamado Pacto de los Corruptos, grandes enemigos del Estado de derecho.
Difícilmente podrán salirse con las suyas, debido a los incuestionables resultados, a la movilización de los partidarios de Arévalo y al generalizado reconocimiento de su triunfo. El presidente, Alejandro Giammattei, se apresuró a felicitarlo tras los resultados y se comprometió a trabajar en un proceso de transición ordenado. Además, jefes de Estado y Gobierno de todo el mundo, incluidos Estados Unidos y la Unión Europea, con gran capacidad de incidencia en algunos de los reductos más conservadores, le han extendido su apoyo.
Sin embargo, partiendo de que este desafío se resolverá, su gran reto será el ejercicio del gobierno, el abordaje acertado de los enormes desafíos que enfrenta Guatemala y el cumplimiento de las principales aspiraciones expresadas por la ciudadanía. Como partido, Semilla apenas tendrá 23 de 160 diputados, lo cual le dificultará extremadamente la aprobación de legislación necesaria para avanzar en el programa de gobierno. Además, la trilogía formada por cuerpos de seguridad, jueces corruptos y empresarios retrógrados será también una posible fuente de entorpecimiento. Quiere esto decir que Arévalo deberá desenvolverse con una mezcla de firmeza, destreza, capacidad negociadora y competencia en su gestión. Nada fácil.
A su favor juega no solo el tono conciliador que ha adoptado, sino también que, tras los desastres de los dos últimos gobiernos, la simple decencia y los cambios pequeños podrán marcar grandes diferencias, y que un aspecto crucial de su propuesta —el combate contra la corrupción— podrá iniciarse tan pronto ocupe la silla presidencial. Además, ha sido muy cuidadoso en el manejo de las expectativas, al insistir en que no tiene “una varita mágica” y en que “los problemas del país no se van a resolver en cuatro años”, pero que es posible empezar a hacerlo y eso es lo que tiene que demostrar.
Sus cuatro compromisos están lejos de conformar un programa de transformación profunda. Los ha definido como intolerancia a la corrupción, poner las instituciones al servicio de las mayorías, promover las libertades públicas, los derechos humanos y el Estado de derecho, y gobernar con ética y decencia. Por supuesto que amenazan a quienes han capturado el Estado y puesto las instituciones al servicio de sus estrechos intereses; sin embargo, son una minoría, aunque poderosa. Más aún, los guatemaltecos votaron, esencialmente, por ponerles freno.
Arévalo ni puede ni debe desilusionarlos; sin embargo, pasados los primeros meses, deberá también mostrar resultados que impacten favorablemente en las condiciones de vida de la población. Es una tarea de enormes proporciones y de más largo plazo que su ejemplar triunfo en los comicios. Por el bien de Guatemala, le deseamos éxitos en ella.