La luz solar apenas aportó el 0,08% de la energía nacional en el 2021, pese a las extraordinarias condiciones del país para aprovechar la fuente más barata explotada hasta ahora. La caída de los precios de los paneles solares ha sido constante en los últimos años, así como el aumento en su calidad.
Una comparación en el 2018 con Alemania, potencia europea en producción de este tipo de energías, reveló que las mejores ubicaciones alemanas apenas compiten con las menos deseables de nuestro país y, en el Pacífico norte, Costa Rica tiene un potencial extraordinario. No obstante, a julio de este año, el Sistema Eléctrico Nacional (SEN) tan solo contaba con 75 megavatios (MW) de capacidad instalada.
Junto con el abaratamiento de los equipos, la tecnología también avanza en encontrar la solución a la falta de generación en las horas sin sol. Las posibilidades de almacenamiento vienen bajando de precio y aumentando en calidad. Hay mucho espacio en la matriz energética nacional para lograr un abastecimiento equilibrado y seguro con mucha mayor participación del sol.
Por ahora, todo es desperdicio. En plantas a gran escala, si se les puede llamar así, solo producimos 5,4 MW (un 0,14% del total). El resto, para llegar al 0,08%, se debe a instalaciones para autoconsumo. Sumadas todas las capacidades nacionales (75 MW) quedamos muy lejos de Panamá (465 MW), El Salvador (478 MW) y Honduras (514 MW). Guatemala, la más rezagada, nos supera en más de la cuarta parte, con 101 MW.
El desperdicio de energía solar continuará en los años venideros si el país sigue el Plan de Expansión de la Generación Eléctrica 2020-2035 publicado por el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE). En el 2035, estaríamos a 204 MW de alcanzar la capacidad actual de Honduras, a 168 de El Salvador y a 155 de Panamá. Solo superaríamos en 209 MW a Guatemala si permaneciera estancada de aquí al 2035.
Ni la economía ni la vocación ecológica del país deben ser sometidas a ese atraso. El Parque Solar Juanilama, propiedad de Coopeguanacaste R. L., genera 4,4 MW, con ahorro de 1.500 toneladas de emisiones de dióxido de carbono, uno de los gases más perjudiciales para el ambiente. El cambio climático, acelerado por las emisiones de dióxido de carbono, se hace sentir con fuerza precisamente en Guanacaste, hasta donde se extiende ya el corredor seco centroamericano.
El ICE argumenta la necesidad de no excederse en la capacidad instalada; sin embargo, la generación de energía limpia siempre exigirá un grado de redundancia. El sol no es constante y tampoco el viento y el agua. Esta última, de cuya abundancia dependemos, se ve afectada por el cambio climático, especialmente violento en nuestra región.
Por otra parte, los sistemas de almacenamiento, cada vez más baratos y eficaces, ya son utilizados con éxito en California, Alemania y otros lugares. Encadenarnos a fuentes más caras y dar la espalda a los avances tecnológicos no parece la mejor opción. La discusión debería estar centrada en la forma más provechosa de adoptar la nueva tecnología, no en los medios para cerrarle el paso.
La discusión requiere la apertura mental necesaria para impulsar el cambio. Exige incorporar al sector privado en la discusión, no como socio menor, sino como fuente de capital e iniciativas necesarias para modificar la situación imperante. El país, informó otro reportaje sobre el problema energético, lejos de descarbonizarse, incrementa su dependencia de los hidrocarburos. No debemos seguir de espaldas al sol.