La Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) tarda hasta seis meses para atender por primera vez a un asegurado con necesidad de un médico psiquiatra. Es un plazo peligroso, en cuyo transcurso puede haber mucho sufrimiento para el paciente y quienes lo rodean, así como desenlaces trágicos. La atención oportuna salva vidas, pero la atención regular puede hacer mucho menos difícil la vida del paciente y su convivencia en el núcleo familiar.
Los padecimientos mentales están entre los más relegados por la seguridad social, cuyas listas de espera en otros campos también resultan inaceptables. Al 31 de agosto, había 12.123 enfermos en espera de una cita psiquiátrica a un plazo de 191 días (6,3 meses), pero también escasean los psicólogos y, en su caso, ni siquiera hay claridad sobre la extensión de la lista. Estos últimos profesionales son indispensables para prevenir las enfermedades, ayudar a diagnosticarlas y promover la salud mental.
El Hospital Nacional de Salud Mental es el único de la CCSS que cuenta con servicio de emergencias psiquiátricas todo el día y toda la semana, pero, como es de esperar, no da abasto. La atención especializada en otros centros médicos tampoco abunda y el país todavía carece de instalaciones suficientes para hacer frente a padecimientos muy comunes, como las adicciones. No hay una red de contención para evitar la dependencia.
Las señales de alarma incluyen el aumento en la tasa de suicidios por cada 100.000 habitantes, de 7,9 en el 2018 a 8,2 el año pasado. Los intentos de suicidio aumentaron de 2.082 en el 2018 a 2.896 en el 2022. En las primeras 29 semanas de este año, los intentos de suicidio fueron 2.067, un 71,3 % del total del año pasado, cuando 429 personas se quitaron la vida. Es la cifra más alta de la última década.
Más de 1,3 millones de costarricenses sufrieron tristeza, ansiedad, enojo, problemas de sueño, fatiga, dolores y miedo a enfermar durante los dos años de pandemia, revelaron ocho estudios de las universidades públicas. Son síntomas calificados como serios por los especialistas. Preocupa todavía más saber que 800.000 de ellos padecerán secuelas prolongadas. Los estudios solo tomaron en cuenta a los mayores de edad.
Las necesidades de la salud mental aumentaron de manera significativa, pero ni siquiera el déficit de atención previo a la emergencia sanitaria ha sido subsanado. Más allá de la súbita presión ejercida por la pandemia sobre los servicios de salud mental, la población nacional envejece a paso acelerado y ninguna previsión sanitaria estará completa si no toma en cuenta las complicaciones relacionadas con la salud mental.
La Caja cuenta con 111 psiquiatras, 1 por cada 50.000 habitantes, pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda 1 por cada 10.000, según María Gabriela Zúñiga Tortós, secretaria de la Asociación Costarricense de Psiquiatría. Los números ya apuntados abogan por un esfuerzo para mejorar la proporción a corto plazo.
La escasez es todavía más alarmante si se considera que apenas hay un centenar de psicólogos para atender más de 1.100 Equipos Básicos de Atención Integral en Salud (Ebáis), donde se debería trabajar la prevención de enfermedades mentales y el manejo de crisis emocionales capaces de conducir a resultados trágicos para quien las sufre y sus allegados. Si se fortaleciera la atención en ese nivel, como sucede con otras enfermedades, los servicios de los hospitales estarían menos congestionados.
La salud mental comprende mucho más que la atención en los centros médicos. Hay programas probados en todo el mundo para promoverla y prevenir la enfermedad, pero Costa Rica no está al día en ninguno de los dos escenarios, pese al cúmulo de buenos motivos para lograrlo.