Los médicos especialistas abandonan sus puestos en la Caja Costarricense de Seguro Social para incrementar significativamente sus ingresos en el sector privado. Según los directores de hospitales públicos, en el mejor de los casos, piden reducir la jornada laboral, no por excesiva, sino para dedicar más tiempo a la consulta privada.
Proponen trabajar seis, cuatro y hasta dos horas en lugar de ocho, y los directores se ven obligados a decidir si acceden a una jornada insuficiente para enfrentar la demanda de servicios o se arriesgan a la pérdida definitiva del profesional. De una u otra forma, la cuenta la pagan los asegurados, sea por el aumento de las filas de espera o por la necesidad de acudir a la consulta particular, sacando el dinero de donde sea posible.
La Caja, decía un reconocido médico, es irrelevante cuando el paciente experimenta un dolor agudo y le dan una cita para atenderlo semanas o meses más tarde. Para librarse del sufrimiento, el enfermo echa mano de sus ahorros, se endeuda o vende lo que tenga a su nombre, no importa cuántos años cotizó para la seguridad social. Así, la Caja contribuye a la privatización de la medicina tan combatida por sus sindicatos.
En el Hospital Nacional de Niños, unos 2.000 pacientes esperan una operación de Ortopedia y 965 requieren intervenciones urológicas. Otros 773 están en lista para una operación en los ojos. Las renuncias de cuatro especialistas en anestesiología pediátrica en los últimos dos años es una de las razones de la larga espera. Sin anestesiólogos, los quirófanos no tienen utilidad.
Dependiendo de la gravedad del padecimiento, su progresión y la fecha de la cita para recibir atención, es fácil imaginar la disposición de los padres al sacrificio económico necesario para acelerar la cura, no importa si madre y padre cotizaron durante muchos años. Es una injusticia, pero peor es el caso de quienes están dispuestos al esfuerzo y simplemente no lo logran.
Los médicos no tienen la culpa. El mercado les retribuye el doble o más. Una salida impensable es poner la seguridad social a competir con el sector privado. El Régimen de Enfermedad y Maternidad, cuyas finanzas están al borde del precipicio, daría un gran paso adelante si se viera obligado a duplicar el costo de la planilla. Sin llegar a ese extremo, el pago de horas extraordinarias para enfrentar la escasez de especialistas ya pesa sobre las finanzas, para no hablar del costo de desperdiciar capacidad instalada.
La solución obvia es remediar la distorsión creada por las cortapisas impuestas a la formación de especialistas. Si no hay suficientes para satisfacer las necesidades de la medicina pública y la privada, urge graduar más. La Caja y las autoridades de Salud deben adelantarse a revisar su papel en la creación de la escasez, su impacto sobre las finanzas institucionales y, sobre todo, su efecto en el servicio brindado a los pacientes.
La Caja y las universidades han permitido a los propios especialistas influir sobre la formación de nuevos profesionales. El resultado es la escasez por razones claramente económicas. Hemos insistido sobre el particular en varias oportunidades pero un artículo publicado en estas páginas el 8 de febrero por el Dr. Rodrigo Cabezas Moya, cirujano de tórax, plantea el problema con claridad y valentía. “La principal causa es el rechazo de los especialistas a que se formen más, por razones puramente económicas. La existencia del déficit crea un incentivo para que los sueldos sean más altos y se puedan dar el lujo de controlar el mercado”, afirma el médico.
“La Caja tiene la capacidad y el deseo de formar más especialistas, pero los mecanismos para hacerlo están en manos de ellos mismos, desde el examen de admisión para la especialidad hasta la enseñanza durante la formación”, agrega Cabezas. Mientras esa sea la realidad, no habrá forma de garantizar a los asegurados una atención oportuna.