El año pasado, cuando el precio de la gasolina súper se ubicó por debajo del de la regular, la Refinadora Costarricense de Petróleo (Recope) explicó la paradoja por la compra de diésel y gasolina regular a mejores precios en el mercado internacional. Visto desde otro ángulo, el fenómeno también se podía explicar por la compra inoportuna de gasolina súper a precios más altos.
No importa cómo se vea, no cabe duda del efecto de la gestión de Recope sobre los precios internos. Esos precios también contemplan los costos de la empresa monopólica, incluidos los de su convención colectiva, antaño una de las más onerosas. Ni una cosa ni otra es resorte de la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep).
Esta última revisa los números, su justificación y aplica fórmulas preestablecidas para fijar las tarifas y precios de los servicios públicos, en este caso los hidrocarburos. El proceso se ejecuta a partir de los datos enviados por Recope. Si la gestión de la empresa fue buena, se reflejará en el precio hacia la baja. Si no, ocurrirá lo contrario.
El factor determinante, claro está, es el precio internacional, pero Recope puede comprar mejor o peor y el consumidor local se beneficiará o perjudicará según sea el caso. Lo mismo sucede con los costos, salvo el posible rechazo por la Aresep de los injustificados. Esta última, por su parte, no tiene posibilidad alguna de afectar el precio.
A lo largo de la historia, Recope ha enviado solicitudes de aumento y rebaja, acompañadas de los datos pertinentes, pero, desde el inicio de la actual administración, la empresa estatal decidió jugar un jueguito tan absurdo como insultante para su mercado cautivo. Ya no pide aumentos, solo proporciona los números y espera a que el alza la haga la Aresep.
Cuando hay rebaja, el presidente ejecutivo, Juan Manuel Quesada, exintendente de Energía de la Aresep, que en esa condición tramitó muchas solicitudes de ajuste de Recope, sale a pregonar el nuevo precio, en alguna ocasión en compañía del presidente de la República. Así, Recope se atribuye las buenas condiciones del mercado internacional y se distancia de las malas.
El método “descubierto” por las nuevas autoridades no pasaría de ser una tonta distracción si no fuera porque también permite, al menos, el intento de disimular los defectos de la gestión. Si las rebajas son mérito de Recope y los aumentos culpa de la Aresep, los componentes de estos últimos, siempre originados en Recope y algunos evitables mediante la buena gestión, serán más difíciles de percibir.
La Aresep no puede dejar de decretar los aumentos ni esperar la solicitud explícita de Recope porque incumpliría sus obligaciones legales, causaría pérdidas al país y también a la impopular empresa si permite la venta del combustible a precios inferiores a los justificados por los datos.
Pero el consumidor paga según el resultado de la aplicación de las fórmulas a la información proporcionada por Recope y esos datos son producto de las decisiones del monopolio. Todos lo sabemos. La pretendida tomadura de pelo solo afecta la transparencia, la buena fe y la seriedad de la institución. Intenta, por otra parte, culpar de los aumentos a la autoridad reguladora, que no tendría razón de ser si no existieran monopolios como el de Recope.
Para terminar con el juego y restaurar la transparencia, la Aresep debe aprender a jugarlo. En sus manos está informar, no que Recope solicitó un alza, sino que envió datos que la justificarían una vez completados los trámites. Si se trata de una rebaja, simplemente puede anunciar su decisión de decretarla.