Desde hace varias décadas, el turismo se ha consolidado como uno de los motores fundamentales de la economía nacional. Actualmente, genera alrededor de $5.500 millones anuales y emplea directamente a más de 180.000 personas, lo que equivale a casi un 8% de la fuerza laboral del país. Además, posee un notable efecto multiplicador debido a su estrecha vinculación con numerosos emprendimientos que ofrecen bienes y servicios relacionados en áreas tan diversas como gastronomía, alquiler de vehículos, operadores turísticos, deportes de aventura (canopy, rafting, surf) y producción artesanal, entre otros. Estas actividades se concentran principalmente en regiones rurales y costeras.
Por esta razón, resulta sumamente preocupante la caída sostenida en la llegada de turistas extranjeros durante los últimos seis meses, especialmente por ocurrir en plena temporada alta. Aunque esta desaceleración comenzó tiempo atrás, en febrero del presente año se registró una reducción superior al 7% respecto al mismo mes del año anterior. Esta situación se da justo después de una frágil recuperación pospandemia que dejó secuelas económicas de consideración en el sector turístico.
Las señales de alerta son suficientemente claras como para seguir ignorándolas y postergar un análisis profundo sobre las causas reales del fenómeno. Deben descartarse por simplistas las explicaciones ofrecidas por el gobierno a través del ministro del ramo, específicamente aquellas que atribuyen la caída al proceso electoral estadounidense o a una disminución en la oferta aérea. La primera explicación no merece mayor comentario por su superficialidad, mientras que la segunda es más bien consecuencia –y no causa– de la menor demanda turística hacia nuestro país.
Muchos expertos apuntan hacia la política cambiaria implementada por el Banco Central de Costa Rica (BCCR) y al cuestionado fortalecimiento del colón frente al dólar estadounidense como principales factores responsables. Sin entrar a valorar si las acciones del BCCR han sido acertadas o no, es evidente que el tipo de cambio actual perjudica directamente al sector turístico: si los costos operativos son mayoritariamente en moneda nacional y aumentan constantemente, mientras los ingresos se reciben principalmente en moneda extranjera, inevitablemente los precios finales subirán. Esto explica por qué Costa Rica se ha convertido en un destino considerablemente más caro frente a competidores directos, lo que afecta su competitividad internacional.
Sin embargo, también es cierto que incluso antes del fortalecimiento del colón, los precios exigidos por el sector ya eran bastante elevados. Por ello, resulta imprescindible que el sector realice una revisión crítica sobre sus políticas de fijación de precios; es posible que se haya estado “estrangulando la gallina de los huevos de oro”, especialmente si existe poca correspondencia entre lo cobrado y la calidad del producto entregado.
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Asimismo, conviene evaluar objetivamente nuestra oferta turística frente a otros destinos competidores: ¿Está nuestra infraestructura (aeropuertos, carreteras, parques nacionales) al nivel esperado por turistas internacionales? ¿Son los congestionamientos vehiculares tan frecuentes e insoportables que desalientan a potenciales visitantes? ¿Contamos con un transporte público diverso, eficiente y accesible económicamente? ¿Ha empeorado significativamente nuestra seguridad ciudadana hasta convertirse en un factor disuasorio para visitantes extranjeros? ¿Resulta suficientemente atractiva nuestra oferta cultural y gastronómica como para justificar los precios actuales?
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Todas estas interrogantes son pertinentes y urgentes. Aunque, históricamente, hemos hecho muchas cosas bien, ante un turista cada vez más exigente, ya no basta con promocionar solo nuestras bellezas naturales y biodiversidad, ni depender exclusivamente de inversiones hoteleras pasadas. Menos aún podemos confiarnos en éxitos recientes sin realizar mejoras continuas.
La crítica situación actual exige con urgencia un análisis profundo que supere explicaciones superficiales. Aprovechar esta coyuntura para innovar en productos turísticos diferenciados, desarrollar experiencias únicas para el visitante, ajustar adecuadamente la relación calidad-precio e invertir estratégicamente en infraestructura, será clave para mantener el turismo como actividad económica relevante para Costa Rica en el futuro.