Es iluso pensar en la erradicación del narcomenudeo mientras haya droga disponible para su distribución en el mercado interno
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Costa Rica se mantiene como principal punto de transbordo de la cocaína en ruta hacia los Estados Unidos y es sitio clave para el narcotráfico internacional, dice el informe estratégico sobre el control internacional de narcóticos publicado por el Departamento de Estado de la Unión norteamericana. Acto seguido, el informe relata el creciente problema de consumo de drogas en nuestro país y lo atribuye al ingreso, cada vez mayor, de sustancias almacenadas en territorio nacional al mercado doméstico. Los réditos de ese flujo de drogas incrementan la influencia del crimen organizado local.
Sin dar pausa, el informe relaciona la expansión del mercado interno, alimentado por el narcotráfico internacional, con el acelerado aumento de la tasa de homicidios de 11,2 por cien mil habitantes en el 2021 a 12,6 en el 2022. En particular, cita la triste estadística limonense de 35,8 homicidios por cien mil habitantes. El documento, fechado en marzo de este año, será actualizado el año entrante y, para entonces, la situación habrá empeorado si se mantiene la tendencia actual.
Entre la apreciación de los estadounidenses y la nueva estrategia de combate al narcotráfico anunciada por el ministro de Seguridad Pública, Jorge Torres, hay un abismo. El ministro señala, con razón, el vínculo entre el tráfico local y la creciente tasa de homicidios. A partir de esa innegable relación, concluye que la estrategia correcta es combatir el “narcomenudeo”.
Los norteamericanos coinciden en señalar la evidente aportación del tráfico doméstico a la cantidad de homicidios, pero atribuyen las causas de ese mercado local, como también resulta obvio, al narcotráfico internacional y el papel de Costa Rica en esa actividad ilícita. En síntesis, mientras el ministro propone combatir el narcomenudeo para frenar la violencia, del informe estadounidense se desprende la necesidad de combatir el tráfico internacional para limitar el narcomenudeo. De ahí seguiría, con toda lógica, la disminución del consumo local y de la violencia.
Pero hay un segundo motivo, tan importante como cualquier otro, para mantener el énfasis en las grandes estructuras del narcotráfico, incluidas sus ramificaciones locales. La penetración de las instituciones públicas y la corrupción del dinero de la droga en todos los niveles del Gobierno nunca han sido producto del narcomenudeo, sino de organizaciones capaces de movilizar grandes cargamentos de droga, dejar cantidades residuales a su paso para alimentar los mercados locales y codearse con políticos, funcionarios y, en general, personas con influencia.
Esa es la historia de Colombia a finales del siglo pasado, México en la actualidad y hasta Costa Rica, en mucho menor escala y de manera intermitente a partir de la década de los ochenta. Nunca debemos olvidar las conclusiones de las comisiones legislativas investigadoras del narcotráfico después de publicaciones de La Nación sobre la influencia de esa actividad en nuestro país. También es necesario recordar la corrupción de jueces, policías y otros funcionarios en años posteriores.
El narcomenudeo es la causa inmediata de gran número de homicidios, pero, a su vez, es producto del papel desempeñado por nuestro territorio en el tráfico internacional de drogas. Es iluso pensar en la erradicación del narcomenudeo mientras haya droga disponible para su distribución en el mercado interno.
Para justificar la definición del narcomenudeo como prioritaria, el ministro señala que los muertos en nuestras calles no son mexicanos, colombianos o estadounidenses, sino jóvenes nacionales en lucha por territorios. Sin embargo, no pregunta por la nacionalidad de quienes los abastecen, y eso para no recordar que el narcotráfico internacional tiene entre sus operadores a muchos costarricenses. No, ellos no se matan con tanta frecuencia en las calles de nuestras ciudades, solo crean las condiciones para que otros lo hagan.
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