El martes 11 de enero el país registró la cifra récord de 4.050 casos de covid-19, pero los modelos utilizados para prever el desarrollo de la pandemia apuntan a cifras mayores en el porvenir inmediato. El resto del mundo ofrece el mismo panorama.
La mitad de los europeos podrían infectarse en los próximos dos meses y, en Estados Unidos, las marcas establecidas en otras etapas del flagelo son superadas a un ritmo vertiginoso.
La variante ómicron introdujo un abrupto cambio en el comportamiento de la covid-19, ya bien conocido pero todavía no comprendido en sus consecuencias. La nueva versión del coronavirus es más contagiosa, pero menos grave. Eso lleva a muchos a concluir, correctamente, que buena parte de la población la padecerá en algún momento y la mayoría saldrá adelante sin grandes complicaciones.
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Pero es más importante entender que en algunos casos, sobre todo entre los no vacunados, ómicron no se conforma con imitar la gripe y puede conducir a la hospitalización. Siendo tan grande la cantidad de infectados, un bajo porcentaje de enfermos de consideración bastaría para colmar la capacidad de los hospitales. Mientras Costa Rica batía el récord de casos el martes, Estados Unidos hacía lo mismo con la marca de hospitalizaciones: 146.000 frente a las 142.000 del 14 de enero del 2021, hace precisamente un año.
Costa Rica está a la zaga en la ola de casos. Europeos y estadounidenses vienen batiendo marcas de contagio desde diciembre. Estos últimos experimentan alrededor de un millón de casos diarios. Quizá estemos a tiempo para impedir un tsunami de hospitalizaciones. Esa es la verdadera intención de las restricciones a la circulación. Una vez más el sistema de salud procura ganar tiempo para no verse sobrepasado por un súbito aumento de la demanda.
No obstante, la clave a largo plazo está en la vacunación. En nuestro país, hay 308.694 personas carentes de la primera dosis. A ese número se le deben restar los vacunados en el extranjero, pero también hay cientos de miles de esquemas incompletos, refuerzos por aplicar y menores cuya vacunación apenas comienza.
Entre 5.000 y 6.000 personas se acercan cada semana a recibir la primera dosis, pero hay grupos con dudas y resistencia a la vacunación. Frente a ellos, las autoridades han desaprovechado un arma poderosa: la estadística. El mejor argumento a favor de la vacunación es mostrar sus efectos sobre el número de infectados, hospitalizados y muertos.
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El periódico The New York Times publicó el martes un artículo sobre las estadísticas generadas en Nueva York y Seattle, dos de las ciudades con mejor registro de datos. En ambas, la cantidad de infectados va en aumento, tanto en el caso de los vacunados como en el de quienes aún no se inoculan. La diferencia es que en el primer caso, en Nueva York, no llegan a 500 por cada 100.000 y, en el segundo, rondan los 3.200.
Mucho más significativa es la diferencia de los efectos del contagio en uno y otro grupo. Entre los no vacunados, 80 de cada 100.000 terminan en el hospital, pero solo 3 vacunados en 100.000 corren la misma suerte. La brecha es todavía más amplia en mortalidad. Más de 4 en 100.000 no vacunados fallecen y entre los vacunados las fatalidades son una fracción.
Las vacunas funcionan, como lo corroboran datos europeos, especialmente los de países con mayor éxito en la inoculación. En Portugal, uno de los líderes mundiales, el número de casos va en acelerado aumento, pero no las muertes. No hay mejor argumento a favor de las vacunas, sobre todo en medio de la confusión creada por la nueva variante.
Los vacunados pueden ser infectados, pero no en la misma proporción que quienes carecen de inoculación y con consecuencias menos serias. La vacuna, sumada a la relativa levedad de la ómicron, podría poner a salvo a la inmensa mayoría de las personas. Desafortunadamente, nuestras autoridades de salud no han sido diligentes en la publicación de estadísticas. Ojalá lo sean en adelante.