La relación entre la caída de la tasa de natalidad y el teléfono celular no se hace obvia mientras no caemos en cuenta de la información disponible por ese medio sobre la prevención del embarazo involuntario. La amplia difusión de la internet, particularmente mediante aparatos móviles, puso en manos de la juventud el conocimiento necesario para evitar los hijos no deseados.
Hay otros medios, como el Programa para la Educación de la Afectividad y la Sexualidad impartido en colegios de todo el país desde el 2013, cuando la administración de la presidenta Laura Chinchilla se sobrepuso al fuerte rechazo a la educación sexual y hasta la defendió con éxito en los tribunales.
El impacto de ese programa es extraordinario y el papel de la tecnología en los resultados generales confirma el acierto de sus impulsores y el error de sus detractores. Sea obtenida en el aula o por otros medios, como los digitales, la clave es la información, y ese fue siempre el argumento a favor de la educación sexual. Hoy, la pretensión de aislar a los jóvenes del conocimiento ni siquiera admite debate. La tecnología lo impide y esto subraya la importancia de proveerla en el sistema educativo, donde la calidad está asegurada.
En el 2012 nacieron 73.323 bebés y el número disminuyó paulatinamente hasta llegar a 54.287 en el 2021, es decir, un 26% menos. La tasa bruta de natalidad se desplomó al 10,5 desde el 15,9 del 2012. La reducción más drástica corresponde a mujeres menores de 25 años y a las migrantes. En el caso de estas últimas, la evolución de la estadística responde, en parte, a otros factores, pero entre las jóvenes costarricenses, la decisión de limitar el número de hijos o posponer el embarazo descansa sobre la información adecuada en materia de salud reproductiva y el fácil acceso a los métodos anticonceptivos.
Entre 1985 y el 2012, los nacimientos con madres menores de 25 años cayeron un 15%, de 41.455 a 35.046. Para el 2021, la reducción se aceleró en un 49%. Solo hubo 18.010 nacimientos en esas circunstancias. La disminución de los partos en mujeres mayores de 25 años es mucho menor y, en conjunto, los datos apuntan al cumplimiento de los principales objetivos de los programas de educación sexual.
Por un lado, el embarazo se presenta en un momento de mayor madurez, contrario al alarmante número de madres adolescentes en el pasado. Por el otro, la posposición del nacimiento de los hijos, sea por razones económicas o por otros motivos, implica una paternidad más responsable y meditada.
La disminución de los embarazos adolescentes es un logro extraordinario. No se debe, claro está, a la abstinencia recomendada por diversos grupos, por lo general religiosos. Es producto de la información proveída a los jóvenes por varios medios. La paternidad prematura pone en peligro el desarrollo de los progenitores y el bienestar del hijo. Las consecuencias son demasiado serias para no enfrentar el problema con apego a la realidad.
Los demógrafos debaten si la tendencia a tener menos hijos se incorporará a los patrones culturales de nuestra sociedad. Otros esperan un ligero repunte cuando las condiciones económicas lo permitan. La renovación de la población es, desde luego, deseable y muchos países ponen en práctica programas para estimular la natalidad, incluidos subsidios y guarderías.
El cambio demográfico plantea serias dificultades para los años venideros en materias como pensiones y atención de la salud. No obstante, nadie predice el incremento del embarazo prematuro, y eso lo debemos agradecer a la educación, que transmite información u orienta sobre medios para encontrarla.