José Antonio Ramírez Aguilar, hasta el primero de mayo diputado del Frente Amplio, está conmovido por la pulcritud de las elecciones venezolanas, en las cuales Nicolás Maduro estuvo a punto de alcanzar el 70 % de los votos, pese a los asesinatos de estudiantes en protestas multitudinarias, el desconocimiento de la Asamblea Nacional constituida después de una contundente victoria de la oposición y la convocatoria de la espuria constituyente chavista.
La reelección de Maduro es resultado del “sistema de votación más seguro”, para decirlo en palabras del exlegislador, pese al hambre y las crueles porquerizas que el régimen hace pasar por hospitales, pese a la bancarrota, la criminalidad incontrolable y las cotidianas pruebas de imbecilidad salidas de labios del mandatario.
Ramírez dice haber estado en Caracas en condición de “observador internacional”. No aclara quién lo acreditó, pero está a un paso de transformarse en cómplice si insiste en describir lo sucedido el domingo como “el ejemplo de democracia más sólido”. Con todo, el exdiputado merece agradecimiento. Su partido hace grandes esfuerzos para no ofender los sentimientos democráticos del costarricense y solo contamos con la ocasional candidez de algunos militantes para rasgar los velos de ambigüedad, evasivas e indefiniciones.
Ahora, urge el envío de una misión de observadores del Frente Amplio a Nicaragua. Hay mucho por ver y el peregrinaje a Managua ha sido una práctica frecuente en los últimos años. Rara vez, si alguna, la celebración del 19 de julio echó de menos una delegación del Frente Amplio.
La Casa Amarilla no quiere saber de complicidades. Casi de inmediato, se sumó a un gran número de países latinoamericanos, la Unión Europea, Canadá y Estados Unidos para desconocer la legitimidad de los comicios y el ridículo 68 % de los sufragios adjudicado al dictador. Si la defenestración de la Asamblea Nacional, la negación de las libertades públicas, el presidio político y la cruenta represión de las manifestaciones no bastaran para calificarlo así, esta última burla a la voluntad popular elimina toda duda. A la dictadura venezolana no se le debe permitir una nueva farsa.
El Ministerio de Relaciones Exteriores denunció las falencias del fingido proceso electoral y expresó “profunda preocupación” por el incumplimiento de estándares internacionales, la falta de participación de importantes actores políticos y la ausencia de observadores internacionales independientes.
Veintitrés expresidentes de América Latina y España, entre ellos cuatro costarricenses, también protestaron por el “sistema electoral integralmente corrompido y fraudulento” y pidieron el retiro de embajadores acreditados en Caracas. Además, sugieren la suspensión de Venezuela de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y la denuncia de los “crímenes de lesa humanidad” del régimen ante la Corte Penal Internacional.
Los candidatos opositores Henri Falcón y Javier Bertucci rehusaron reconocer los resultados, como tampoco los aceptará el pueblo de Venezuela. El mundo ha observado con horror las consecuencias de los desencuentros entre los venezolanos y la dictadura, aferrada al poder como única forma de evadir la rendición de cuentas por sus crímenes y corrupción. Las naciones americanas deben apresurarse a hacer cuanto esté a su alcance para evitar nuevas tragedias.
Ya sin esperanza de mejorar las condiciones de vida de los venezolanos y ayuno de la coartada ideológica del pasado, el régimen venezolano se muestra al mundo en la horrenda desnudez que muy pocos “observadores” dejan de ver. Es preciso impedirle hacer más daño.