“Con gran esperanza declaro que la covid-19 ya no es una emergencia sanitaria de alcance internacional”, anunció el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus. En el mismo acto, admitió la imprecisión del registro oficial de muertes hasta la fecha para ofrecer una estimación de 20 millones, en lugar de los 7 millones contabilizados por su organización.
El levantamiento del más alto nivel de alerta, declarado el 30 de enero del 2020, semanas después de la detección en China de los primeros casos de la enfermedad viral respiratoria, no significa el fin de la amenaza, sino la transición a una gestión a largo plazo de la pandemia, suficientemente controlada pese a la incertidumbre sobre la evolución del virus.
Las vacunas y los tratamientos desarrollados en los años transcurridos desde la declaratoria de emergencia liberaron al mundo de las terribles restricciones impuestas para reducir el ritmo de transmisión del virus. Mucho se aprendió de camino y los científicos siguen ampliando conocimientos con la intención de aplicarlos a la gestión a largo plazo de la covid-19 y la prevención y respuesta de futuras pandemias.
En el momento de anunciar el fin de la emergencia, el director de la OMS recordó que la semana anterior la covid-19 cobró una vida cada tres minutos. “Y esas son apenas las muertes de que tenemos conocimiento”, dijo. No obstante, justificó la decisión porque en la semana concluida el 24 de abril solo hubo 630.979 casos confirmados y 3.568 muertes en todo el mundo.
Esos datos tienen las mismas limitaciones que los demás registros. Las pruebas caseras, la levedad de muchos casos en personas vacunadas y el debilitamiento de los sistemas de detección y registro seguramente contribuyen a ocultar cantidades significativas de casos, pero la información disponible basta para fundamentar el anuncio. Los expertos también consideraron estadísticas sobre muertes, hospitalizaciones, internamientos en unidades de cuidados intensivos y el aumento en los niveles de inmunidad.
Pero el fin de la emergencia no significa el fin de la covid-19, y el jerarca de la OMS enfatizó que no le temblaría el pulso para evaluar si la enfermedad recobra el grado de emergencia sanitaria. También anunció la inminente publicación de recomendaciones para el manejo de la enfermedad en el futuro.
Es necesario tomar esas advertencias en cuenta para el debate que se avecina. La declaratoria del fin de la emergencia despertará una nueva oleada de ataques a la vacunación y otras medidas de prevención. En los Estados Unidos, las autoridades anunciaron días atrás el fin de la declaratoria de emergencia nacional a partir del 11 de mayo, pero, en consonancia con la OMS, adoptarán medidas para el manejo de la covid-19 a largo plazo. Entre esas políticas está el programa de vacunas de próxima generación y un plan de acceso a la inoculación y el tratamiento para quienes carezcan de seguro.
Los anuncios no tardaron en suscitar oposición en el Congreso, donde surgió un movimiento para recuperar los fondos no ejecutados en la lucha contra la pandemia, incluidos los recursos necesarios para desarrollar las vacunas de nueva generación. Esos fondos ya no son necesarios dado el fin de la emergencia, dicen los impulsores de la idea en uno de los países más afectados del planeta, precisamente por la inicial negación de la amenaza. Estados Unidos perdió más de un millón de vidas durante la pandemia.
El debate en ciernes se repetirá en todo el mundo y nuestro país no será la excepción. A estas alturas, con la pandemia bajo control, pocos países mantienen la vacunación obligatoria, pero el fin de la emergencia exige un renovado compromiso con la inoculación voluntaria. Esto implica, entre otras cosas, fortalecer la comunicación y los esfuerzos educativos. Ojalá las autoridades sanitarias lo comprendan en Costa Rica y el mundo.