La muerte de dos figuras de fama mundial y un mensaje del ministro de Educación Pública sobre el suicidio avivó una importante discusión en nuestro país. Es fácil comprender el tabú que obstaculiza la reflexión, pero urge encontrar la manera de dejar de ignorar esta trágica materia.
El ministro Édgar Mora escribió en Twitter: “Suicidarse es una forma de decir la verdad, posiblemente la más vehemente de todas”. La afirmación suscitó indignación y hasta un llamado a la renuncia. Mora calificó el mensaje como imprudente. Quizá lo sea por el intento de retratar una realidad compleja en la obligada síntesis de Twitter.
Una lectura detenida lleva a entender lo dicho de forma diametralmente distinta a la interpretación hecha a primera vista. Mora no tuvo la intención de elogiar el suicidio, sino de identificar una de sus causas. Como en el caso del experto en cocina y estrella de la televisión Anthony Bourdain, el fenómeno es a menudo sorpresivo y el círculo cercano a la víctima solo atina a preguntarse por qué. La razón específica puede quedar en el misterio, pero en el suicida había una verdad que otros no supieron ver. En caso contrario, la muerte pudo haberse evitado.
Esa verdad oculta, tan intensamente dolorosa, el suicida la dice con vehemencia cuando toma su trágica decisión. En Bourdain el mundo veía a un hombre exitoso, polifacético y feliz, con un trabajo envidiable. Había superado la adicción a las drogas, practicaba jiu-jitsu con férrea disciplina y era novio de una bella actriz.. Nadie descifró las claves de la verdad interna, pronunciada con vehemencia en su hotel de Estrasburgo cuando ya era demasiado tarde.
La brevedad impuesta por Twitter distorsionó el mensaje del ministro, que exigía demasiado detenimiento para la correcta comprensión, pero la discusión está abierta y el país haría bien si la enfrenta de la mano de expertos en salud mental, una rama muchas veces relegada al segundo plano.
Los recursos dedicados al tratamiento y prevención de las afecciones mentales son insuficientes, pero la prevalencia de esos males es grande y creciente. Algunos medios de comunicación hemos decidido no cubrir los suicidios, hacerlo con especial cuidado o solo informar cuando las circunstancias impiden una cobertura más discreta, como sería el caso de personas u hechos de especial relevancia. La razón es no arriesgar el efecto de imitación documentado por expertos en todo el mundo. Sin embargo, la medida también impide visualizar las dimensiones del problema a quienes no participan de grupos especializados.
El fenómeno va en aumento y es preciso encontrar formas de abordarlo, especialmente con los más jóvenes. El ministro Mora decidió adelantar la distribución de los protocolos preparados por el Ministerio de Educación Pública para identificar y atender los conflictos emocionales. Con tino, el funcionario acepta la responsabilidad de su despacho mientras enfatiza la importancia de reclutar a los padres.
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Todos, padres, maestros, familiares y amigos, debemos aprender a identificar la presencia de esas verdades profundas conducentes al suicidio. En muchas oportunidades, vencer el primer impulso basta para dar a la persona una larga vida. Es preciso reconocer el momento de pedir ayuda y saber adonde acudir. Los centros educativos son un lugar idóneo para impulsar la enseñanza cuidadosa de la prevención, sobre todo ahora que fenómenos como el bullying intensifican la angustia de sus víctimas y, en muchas ocasiones, las lleva a cometer un error irreparable.