Cada cinco minutos, una operadora del servicio de emergencias 911 recibe una llamada de una mujer agredida. En promedio, son 228 casos al día. En días feriados y fines de semana, la cifra puede llegar a duplicarse. Los partidos de fútbol, en especial los decisivos, ponen a las autoridades en alerta. Son detonantes de la violencia doméstica.
El 21 de abril, entre el primer pitazo del “clásico” nacional y la hora después de su cierre, hubo 74 llamadas, según la información publicada el domingo por este diario. Por supuesto, el fútbol y el asueto no tienen culpa, solo crean las condiciones para la manifestación de una grave enfermedad social.
Los números son asombrosos y ponen a prueba los medios dedicados a atender denuncias. La disponibilidad de recursos humanos y materiales determina la rapidez de respuesta y esa puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. La atención de un caso puede exigir la intervención de una decena de instituciones, la mitad de ellas en los primeros instantes.
El año pasado, 51.404 mujeres pidieron a los tribunales medidas de protección, según el Observatorio de Género del Poder Judicial. Los recursos nunca serán suficientes a falta de los profundos cambios culturales necesarios para redefinir las relaciones familiares y las dinámicas de dominación entre hombre y mujer.
La incorporación de las mujeres al mercado laboral implica importantes sacrificios. En promedio, trabajan siete horas a la semana más que los hombres cuando logran un empleo remunerado fuera del hogar, porque sobre ellas pesa la mayor parte de las labores domésticas. Sin embargo, el salario confiere un grado de independencia insospechado en generaciones pasadas. En Costa Rica, el 46 % de las mujeres con pareja dependen del hombre, según la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos. Esa relación de dependencia es uno de los factores estructurales de la violencia intrafamiliar, junto con los patrones culturales reunidos bajo el término “machismo”.
La educación es un elemento indispensable para lograr el cambio, pero es imprescindible incorporar a la política pública más iniciativas para romper el monopolio de la proveeduría asignado a los hombres en tan alto porcentaje de hogares. Iniciativas como la Red de Cuido y los estímulos al emprendimiento en pequeña y mediana escala son pasos en la dirección correcta. Una política económica sana, generadora de empleo, no puede ser sustituida, también en este caso, como medio para enfrentar los más graves problemas sociales.
Hay, desde luego, factores puntuales, como el consumo de alcohol y drogas, pero la explicación de la epidemia de agresiones es más profunda. La respuesta inmediata es indispensable. Debemos aumentar constantemente las capacidades de intervención. La oleada de feminicidios en los primeros meses de este año no deja lugar a dudas. Iniciativas como los comités locales de atención y seguimiento, integrados por jueces, fiscales, policías, sicólogos y trabajadores sociales merecen la mayor atención.
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Sin embargo, la eficacia de la respuesta inmediata no basta y aun sería insuficiente si existieran los recursos para asegurar el cumplimiento de las órdenes de alejamiento y otras medidas preventivas. La prevención necesaria es más amplia e incluye el fortalecimiento de los esfuerzos educativos y el fomento de oportunidades laborales para la mujer. La tarea es urgente, no solo por el alto número de muertes y lesiones, sino por el constante terror al que están sometidas decenas de miles de costarricenses que, cada cinco minutos, claman por ayuda.