La rápida disminución de los alumbramientos en madres adolescentes es una de las mejores noticias de salud pública en lo que va del siglo, cuyos primeros años promediaban 21 partos diarios de niñas y jóvenes entre los 10 y los 17 años. Para el 2021, el triste promedio cayó a seis nacimientos al día.
Es un avance asombroso en solo dos décadas. Un 8,5% de los partos del 2000 fueron de madres adolescentes, pero en el 2021 los alumbramientos con esas características solo representaron el 3,8%. La tragedia del embarazo adolescente es una preocupación constante en gran número de países y los resultados costarricenses bien podrían merecer constituirse en caso de estudio para derivar experiencias útiles.
El hallazgo proviene de un estudio de la unidad de datos de La Nación consistente en el análisis cruzado de las estadísticas de nacimientos de los últimos 21 años y las previsiones de la población femenina en edad fértil (de 10 a 50 años) del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) y del Centro Centroamericano de Población de la Universidad de Costa Rica (UCR).
El demógrafo y salubrista Luis Rosero Bixby, una de las principales autoridades nacionales en estos campos, describió la caída como “brutal” y “extraordinaria” y la atribuye, entre otras razones, a la adopción de las guías sexuales en el sistema educativo y la amplia disponibilidad del teléfono celular con acceso a internet entre los preadolescentes.
La doctora Rita Peralta, directora de la Clínica de Adolescentes del Hospital Rafael Ángel Calderón Guardia, coincide en la importancia de la educación sexual pero destaca el papel de la política pública adoptada para facilitar a los adolescentes, de manera gratuita, métodos anticonceptivos de larga duración, tales como los implantes subdérmicos y los dispositivos intrauterinos. Antes de colocar alguno de los dos dispositivos, la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) se preocupa por hacer una valoración psicológica de la joven y darle un acompañamiento multidisciplinario.
Los dos factores operan en conjunto. Para el 2018, cuando la CCSS empezó a suministrar con mayor énfasis los anticonceptivos de larga duración, los alumbramientos en madres adolescentes ya habían caído a 11 en promedio diario, de los 21 registrados en el 2000.
El embarazo adolescente opera como reproductor de la pobreza en América Latina, según recientes estudios del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). Los investigadores analizaron la situación de Argentina, Colombia, Ecuador, Guatemala, México y Paraguay.
Las madres adolescentes suelen abandonar el sistema educativo para asumir labores de crianza, y eso les dificulta hallar empleos bien remunerados. Casi la mitad de ellas se dedican exclusivamente a tareas domésticas y tienen tres veces menos oportunidades (un 6,4% frente a un 18,6%) de obtener un título universitario. En promedio, ganan un 24% menos y las madres que tienen los hijos después de los 20 años tienen ingresos superiores a $573.
Las consecuencias socioeconómicas del embarazo adolescente se suman a las repercusiones sobre el desarrollo personal y psicológico de las jóvenes madres. También les resta independencia y las hace vulnerables a la violencia de sus parejas, perpetuando otra de las grandes tragedias de la región.
El estudio de las Naciones Unidas también calculó el costo del embarazo prematuro para los seis países estudiados. La maternidad adolescente impide la participación en el mercado laboral y la aportación al sistema tributario. El costo vinculado a la maternidad temprana en los seis países del estudio ronda $1.242 millones, es decir, un 0,35% del PIB conjunto.
Abundan las razones para celebrar el logro y proponerse mejorar en lo que cabe. Nuestras autoridades educativas y de salud merecen reconocimiento pero, sobre todo, debemos celebrar las oportunidades recuperadas para miles de niñas y jóvenes costarricenses.
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