Costa Rica es el país más boscoso de Centroamérica y también está a la cabeza en recuperación de masa forestal. La cobertura boscosa alcanzó el 59 % del territorio nacional en el 2020, frente al 47 % de hace dos décadas. La medición es del Banco Mundial, cuyos expertos emplean tecnología satelital para medir los bosques desde inicios del siglo.
El resultado es ligeramente inferior a la estadística nacional porque la definición de bosque en nuestra ley forestal es más estricta. En cualquier caso, los datos arrojados por los parámetros del Banco Mundial dan cuenta de un avance impresionante: la recuperación de un 12 % del territorio.
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Aun con el rigor de la medición nacional y el atraso de las cifras disponibles, se puede constatar un avance significativo del 42 % del territorio en 1997 al 52,38 % en el 2010. Para saber en cuánto se cerraría la diferencia con el Banco Mundial es necesario actualizar los estudios locales, pero podemos confiar en tener más de la mitad del territorio cubierto.
En consecuencia, nuestro país logra capturar el 46 % del dióxido de carbono (CO₂) emitido por su sector energético, transporte, agricultura, residuos y procesos industriales. En el 2018, el total emitido fue de 15,8 millones de toneladas. Descontada la fijación del 46 %, las emisiones netas quedan en 8,5 millones de toneladas, muy por debajo de los demás países de Centroamérica y de República Dominica.
El informe del Estado de la Región confirma la relación directa entre el crecimiento de la cobertura boscosa y las emisiones de CO₂: «Costa Rica ha mantenido el nivel más bajo de emisiones de dióxido de carbono desde inicios del siglo XXI, y experimentó una reducción significativa a partir del 2010, al pasar de 13,1 millones de toneladas a 7 en el 2011, año en que empezó a registrar niveles de captura (emisiones negativas) importantes asociadas con el cambio de uso de la tierra y silvicultura (cultivo, cuidado y explotación de bosques).
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»Desde entonces, el promedio anual de este tipo de emisiones (capturas) se mantuvo en 7,7 millones de toneladas, aunque desde el 2016 ascendió nuevamente a un nivel cercano a los 8,3 millones de toneladas», señala el estudio. Los datos son motivo para festejar, pero no para olvidar lo mucho que falta hacer.
Los 8,5 millones de toneladas netas, comparados con casi seis millones de toneladas emitidas por el transporte, señalan claramente el camino de la transformación necesaria para alcanzar la carbono-neutralidad. Pese a todos nuestros indiscutibles méritos, tenemos una dolorosa delantera en contaminación generada por el transporte.
Varios factores influyen en la recuperación de los bosques. La contracción de la ganadería liberó terrenos dedicados a pastos y permitió la regeneración natural. Los incentivos ofrecidos por el Estado, en especial el pago por servicios ambientales y la expansión de las áreas protegidas reflejan el avance de la educación ambiental y el compromiso de la sociedad con la recuperación de áreas silvestres.
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No obstante, en la última década, se redujo el área contratada para protección de bosques en un 24,5 %, de 54.897 hectáreas a 41.445 hectáreas. El Fondo Nacional de Financiamiento Forestal (Fonafifo) carece de recursos para firmar nuevos contratos, aunque no le faltan interesados en poner sus tierras al servicio del ambiente. Es preciso encontrar medios para trasladar a esas personas una parte de los beneficios de la conservación y apoyarlas para desarrollar actividades económicas de poco impacto ambiental, en armonía con la naturaleza.
No importa cuál sea la definición adoptada para medir la cobertura boscosa, la decisión de no retroceder debe ser firme. Ya gozamos de una importante retribución inmediata: la captura del 46 % del dióxido de carbono emitido y el prestigio ganado en consecuencia. Costa Rica sabe transformar la buena fama en réditos económicos: para constatarlo, basta un repaso al desarrollo turístico, la atracción de inversiones y el desproporcionado peso de nuestra voz en el concierto de naciones.