La Red Nacional de Cuido ofrece a niños de pocos recursos las atenciones básicas para asegurar el desarrollo saludable, pero esa debería ser apenas la mitad de la misión. La otra parte tiene menos que ver con el niño y más con la madre. La asistencia proporcionada por la red es indispensable para incorporar a un amplio número de mujeres a la fuerza laboral, con importantes efectos para la economía, el bienestar del núcleo familiar y de la propia trabajadora.
El 40 % de los hogares tienen una mujer a la cabeza y en el 30 % la jefa está sola, sin pareja. Casi la mitad de hogares (47 %) con ingresos por debajo de la línea de pobreza están a cargo de una mujer. Tan importantes responsabilidades contrastan con el desempleo femenino, muy superior al de los hombres, y las barreras de ingreso al mercado laboral, incluida la atención de otras personas, especialmente los niños.
En los hogares conformados por una pareja, donde el hombre es jefe de hogar y fuente única de ingresos, la situación de dependencia crea, en muchos casos, condiciones para el abuso y la labor no remunerada de la mujer sirve de poco para remediarlo. En ocasiones, la pareja misma se constituye en barrera de ingreso al mercado laboral precisamente para preservar la relación de dependencia.
Por otra parte, los economistas depositan la esperanza del desarrollo futuro en la incorporación de la mujer al mercado de trabajo. Agotado el bono demográfico, los expertos hablan del bono de género para ayudar a países envejecidos, como el nuestro, a incrementar la producción y los ingresos tributarios. Con una población de más edad, también es indispensable fortalecer la seguridad social y sostener los regímenes de pensiones.
“La oportunidad sería que nosotras las mujeres compensemos por esa población que se está retirando de los mercados laborales formales, de aquí al 2050, y que seamos cada vez más productivas. Que nos ubiquemos en empleos de mayor productividad y podamos contribuir con la productividad agregada nacional y cerrar las brechas, tanto territoriales como de ingreso”, dice Pilar Garrido, ministra de Planificación.
Aunque el número oficial de desempleados es similar para ambos géneros, la cantidad de mujeres totalmente al margen del mercado laboral es muy superior. La participación masculina está cerca del límite, pero la de las mujeres podría aumentar en unos 30 puntos porcentuales. En el 2017, la participación femenina llegó al 45 %. La masculina se ubicó en el 73 % el año pasado.
Sin embargo, la Red Nacional de Cuido está diseñada para atender a la población más pobre y, cuando la mujer consigue un empleo, los nuevos ingresos sacan a la familia del índice, aunque sea por unos pocos colones. A partir de ese momento, los niños dejan de calificar para obtener atención. “Si estuviera en la casa no necesitaría que me la cuiden”, dijo con aplastante lógica una joven de 23 años que aprovechó la red para estudiar y, ahora, con un empleo obtenido gracias a la capacitación, se vio obligada a encontrar otra solución para el cuido de su hija.
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Los beneficios de la red de cuido, tal como funciona en la actualidad, son notables. Empero, no satisfacen importantes objetivos de la lucha contra la pobreza, el dinamismo económico y la igualdad de género. El Estado debe redoblar esfuerzos en esa materia. Con recursos limitados, siempre será necesario establecer prioridades. Por eso es importante reflexionar sobre las ya establecidas. ¿Vale la pena, por ejemplo, ofrecer educación universitaria prácticamente gratuita a los graduados de colegios privados mientras la red cuido expulsa a niños apenas ubicados por encima de la línea de la pobreza? ¿Se justifican las pensiones de lujo? Como es bien sabido, hay un largo etcétera.