La agresión del grupo terrorista Hamás, iniciada el sábado contra Israel, es un acto deleznable y como tal debe ser condenado con contundencia
Escuchar
La agresión del grupo terrorista Hamás, iniciada el sábado contra Israel, es un acto deleznable y como tal debe ser condenado con contundencia. La respuesta de los israelíes, con todo su poderío, es correcta y de lógica supervivencia, a lo cual han debido acostumbrarse porque a una parte del mundo todavía le cuesta entender el derecho de los judíos a la existencia. El pensamiento genocida no se circunscribe al imaginario islamista, el antisemitismo persiste en Occidente, donde falta criterio para comprender los horrores extremos cuando el odio no es erradicado a tiempo, de lo cual el mejor ejemplo es la muerte de cuando menos 600 israelíes y 100 secuestrados el fin de semana.
La comunidad internacional tiene el deber de apoyar a Israel por principio democrático, para demostrar que los acuerdos solo son posibles si existe voluntad, pero específicamente la voluntad ha estado ausente en el caso de los líderes palestinos. En la carta fundacional de Hamás dice que “no existe solución al problema palestino sino a través de la yihad” y “las iniciativas, las propuestas y las conferencias internacionales no son sino una pérdida de tiempo, un ejercicio inútil”. Bajo esta premisa, la paz nunca germinará.
Por tanto, el fatalismo no debe nublar la vista, dados los acontecimientos recientes, ni ser estímulo para ceder ante quienes proponen matar a unos para colocar a otros en su lugar. Hamás no puede esperar reconocimiento e Israel tiene derecho a defenderse y rechazar el chantaje.
En la Franja de Gaza viven más de dos millones de palestinos, cuyas vidas transcurren en la miseria. El hambre y la privación de servicios básicos es en sí misma una tragedia, pero la mayor de todas es la falta de libertad. La existencia de los palestinos gazatíes pasa bajo el poder del grupo Hamás, organización que tomó el control total en el 2006. No es un movimiento a favor de los derechos humanos palestinos, sino un grupo terrorista, como lo reconocen Alemania, la Unión Europea, Estados Unidos, la Organización de los Estados Americanos (OEA) y varios países árabes.
Aunque el pueblo está sumido en la pobreza, los pocos recursos de la ayuda humanitaria son dedicados a las fuerzas armadas radicales, una verdad constatable cuando se compara la potencia militar con las condiciones de vida del pueblo palestino. Pero esto no siempre fue así. Desde 1967 hasta la intifada de 1987, había libre paso de Gaza hacia Israel. Los israelíes iban libremente a la playa de Gaza, en el Mediterráneo, y los palestinos trabajaban en Israel. Se creía que esta relación propiciaría mejores condiciones de vida para los palestinos y de esta forma no habría conflicto. Esta presunción era errada.
La tragedia de los casi 9,5 millones de habitantes en el Estado Judío de Israel es el cobro de una reliquia del pasado, es haberse fundado en una tierra históricamente ocupada por asirios, babilonios, persas, helenistas, bizantinos, romanos y finalmente, durante tres décadas, por los británicos, desde el norte hasta el sur. Pero Israel ha sido desde 1948 un crisol de culturas, conviven ahí pacíficamente ciudadanos israelíes y no israelíes, religiosos, ateos, cristianos, árabes musulmanes y árabes no musulmanes, drusos, beduinos, samaritanos, arameos y mucha descendencia de los sobrevivientes del Holocausto. Es una democracia, aunque en el actual gobierno de Benjamin Netanyahu se haya debilitado el Estado de derecho debido a su controvertida reforma judicial.
Hamás olvida que poco a poco los árabes han ido dejando en el pasado sus rencores contra Israel. La paz con Egipto cumple más de treinta años y con Arabia Saudita estaban a punto de alcanzar un acuerdo cuando los terroristas, financiados por Irán, lanzaron su operación el sábado y tomaron como rehenes niños, ancianos y mujeres.
La guerra de Hamás pone de manifiesto la necesidad de hallar una salida permanente para tranquilidad del pueblo de Israel, lo cual será posible cuando Gaza sea liberada del control de los terroristas, y los palestinos, solo ellos, sean libres de decidir cómo quieren vivir. La autodeterminación es un derecho de los ciudadanos, no de líderes con propósitos de destrucción masiva, sin escrúpulos como para sacrificar a su propia gente. Israel tiene derecho a vivir en paz y los palestinos también, pero los segundos deben ser conscientes de que es hora de impedir al terrorismo ser protagonista de sus reivindicaciones.
En beneficio de la transparencia y para evitar distorsiones del debate público por medios informáticos o aprovechando el anonimato, la sección de comentarios está reservada para nuestros suscriptores para comentar sobre el contenido de los artículos, no sobre los autores. El nombre completo y número de cédula del suscriptor aparecerá automáticamente con el comentario.