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Editorial: La crisis del PLP y los desafíos de Feinzaig

El PLP, o se reinventa con un liderazgo más abierto y participativo, o quedará reducido a una anécdota política. Feinzaig, como cara visible y probable candidato presidencial, es quien más debe meditar porque quienes se han ido le achacan falta de espacios para el disenso y el debate interno

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El Partido Liberal Progresista (PLP) irrumpió con vitalidad en las elecciones de febrero del 2022 al colocarse en la cuarta posición en la contienda presidencial y lograr seis curules en la Asamblea Legislativa. Sin embargo, tres años después, la fracción legislativa se redujo a solo tres miembros, mientras numerosos asambleístas y figuras clave han renunciado.

En el centro de esta crisis se encuentra su líder, el diputado Eliécer Feinzaig, señalado de ejercer un liderazgo altamente centralizador y de priorizar su imagen como candidato presidencial en 2026 sobre la consolidación del partido.

Ante la desbandada, Feinzaig responde que el partido “está más vivo que nunca” y que los escollos le ayudarán a crecer. “De los problemas aprendemos, repensamos, definimos un nuevo camino para seguir adelante porque Costa Rica merece una opción liberal que les dé mejores oportunidades a todos los costarricenses”, aseguró.

Claramente, el futuro del PLP depende de reflexionar sobre las causas de su resquebrajamiento y Feinzaig, como presidente, líder, cara visible y probable candidato presidencial es quien más debe cavilar porque los muchos que se han ido le achacan falta de espacios para el disenso y el debate interno.

Debe admitir que enfrenta problemas profundos porque el PLP quedó con una bancada reducida, totalmente masculina, compuesta por él, Luis Diego Vargas y Gilberto Campos. A eso se suma que la imagen del partido y el respaldo de su base partidaria están golpeados. Eduardo Brenes Jiménez, fundador del PLP y secretario general hasta su renuncia, en julio del 2022, manifestó en enero pasado que el partido “es un cascarón” y retó a Feinzaig a demostrar cuánta gente está trabajando activamente. “Yo podría decir que no pasa de 10 personas”.

En tiempos aciagos para nuestra democracia, es fundamental que todos los partidos políticos y sus dirigentes, en cuenta el PLP, refuercen su compromiso con principios esenciales como la equidad, solidaridad, transparencia y, sobre todo, el respeto a opinar y debatir. La democracia se fortalece cuando las diferencias se discuten con altura y las decisiones reflejan los intereses de la mayoría. Solo así se puede consolidar la confianza de los votantes y demostrar coherencia en la actuación política.

Es insoslayable que los electores tienden a votar más por personas que por partidos, pero son los partidos los que dan cohesión a los políticos en torno a ideas y propósitos y, en nuestro sistema constitucional, son indispensables para elegir presidente, diputados, alcaldes, regidores y síndicos.

Entonces, los líderes, sobre todo aquellos que aspiran a gobernar el país, deben incorporar entre sus mandamientos la construcción del consenso como elemento vital para la estabilidad de su partido. Para ello, es necesario rodearse de asesores que, antes de adularlos, les hablen con franqueza, sobre todo, cuando toman rumbos equivocados o se desatan crisis internas.

La primera grieta visible en el PLP apareció el 7 de noviembre de 2024 con la renuncia de la diputada Kattia Cambronero, quien denunció la concentración del poder en Feinzaig y su enfoque en fortalecer su imagen presidencialista para los comicios del 2026, en vez de consolidar el partido y amalgamarlo para cumplir promesas de campaña. Su salida provocó una reacción en cadena: 13 asambleístas abandonaron el partido en solidaridad.

“Hemos manifestado abierta y transparentemente que las prácticas adoptadas por su dirigencia favorecen la concentración del poder, el debilitamiento del pensamiento crítico y la reducción de los espacios de participación”, advirtieron los asambleístas en su carta de dimisión, en la cual fueron contundentes en declararse contra “el oportunismo electoral”.

Dos meses después, el 13 de enero, otros 12 asambleístas y la tesorera de partido también renunciaron al señalar que el PLP “ha adoptado una estructura centralizada y de manejo vertical, donde la figura del presidente, Eliécer Feinzaig, (…) es la autoridad máxima del partido”, lo cual, dijeron, restringe el espacio para liderazgos alternativos.

Este 6 de marzo, el éxodo continuó cuando las diputadas Johana Obando y Cynthia Córdoba se declararon independientes luego de que recibieron del PLP un timorato comunicado cuando el gobierno de EE. UU. les revocó la visa por el caso Huawei.

“Para mí, era insostenible pertenecer a una fracción que no ha tomado una posición clara frente al Poder Ejecutivo”, declaró Obando, y Córdoba abonó en la misma dirección: “Nos hemos sostenido en el partido porque somos liberales, creemos en los ideales que permitieron el nacimiento del PLP, pero hoy solo hay intereses electorales”.

A las diputadas se sumaron 38 funcionarios designados a nivel provincial en las elecciones municipales del 2022, incluido el alcalde de Bagaces, Alonso González, quien denunció la falta de respaldo del partido a las autoridades municipales.

Otro desacierto del PLP, al menos en sus primeros dos años en la Asamblea Legislativa, fue su ambigüedad –¿cálculo político-electoral?–con respecto al gobierno, al punto de que, en abril del 2024, Feinzaig se reunía y posaba para la foto con el presidente Rodrigo Chaves con el fin de pedirle los votos de la fracción oficialista para la elección del Directorio legislativo en mayo siguiente. No salió como él esperaba. Al final, hasta Chaves le recriminó la incongruencia: “Ese señor es muy plástico en sus valores, muy flexible, muy maleable”.

El 7 de enero pasado, cuando Johanna Obando denunció en el plenario –y luego en la Fiscalía– amenazas de muerte por su posición en el caso Huawei y la red 5G, el PLP no se inmutó. La dejó sola pese a la gravedad de lo que ella afirmó: “El mensaje de los chavistas ha sido contundente: Te queremos muerta”, declaró con la voz quebrada.

A menos de un año de las elecciones de 2026, el PLP tiene una última oportunidad para definir su rumbo: o se reinventa con un liderazgo más abierto y participativo, o quedará reducido a una anécdota política. Feinzaig debe decidir si quiere ser un líder que unifica o, simplemente, un candidato en campaña permanente, pues en tiempos de incertidumbre democrática, los votantes premian la coherencia y la convicción.

Imágen de los tres integrantes de la fracción del PLP y de las tres exmiembros de la agrupación.
El PLP perdió a la mitad de sus integrantes tras la renuncia de sus tres diputadas. Diseño: Jeannette Marroquín para LN ( Jeannette Marroquín/Jeannette Marroquín)
La Nación

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Análisis de opinión en cada editorial de La Nación, medio de referencia en Costa Rica, fundado en 1946.

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