Las cifras varían según la fuente, pero todas coinciden en una alarmante realidad: Cuba vive una crisis demográfica sin precedentes y con graves consecuencias. La impulsan tres tendencias. La principal es la migración masiva, que durante los últimos tres años ha alcanzado cifras alarmantes. A ella se añade una drástica caída en los nacimientos, acompañada de un incremento en las muertes, que los superan.
Como resultado, la población ha disminuido con celeridad, mientras ha aumentado su envejecimiento, ya notorio desde hace, al menos, una década. El origen del fenómeno es obvio: la generalizada crisis que padece el país, a la cual, además, contribuye la salida de población joven y más calificada que el promedio.
Esta dinámica de retroceso rampante no cesará mientras persista el colapsado sistema político, económico y social actual, y mientras no cambie su cúpula dirigente, insensible, ineficaz y anquilosada. Sus integrantes, únicos beneficiarios del sistema, carecen de voluntad para introducir cambios elementales que mejorarían la situación, porque implicarían perder control.
La situación es tan grave que hasta el régimen ha debido reconocerla. El 19 de julio, el subdirector de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) declaró ante la Asamblea Nacional (parlamento decorativo), que la población con “residencia efectiva” apenas llegaba a 10.055.968, similar a la de 1985. Reconoció que, en los últimos cinco años, ha decrecido en más de un millón de personas: 1,2 millones por migración y 120.621 por la diferencia entre defunciones y nacimientos.
Sus declaraciones no fueron espontáneas. Se produjeron después de que la agencia informativa EFE diera a conocer, el 9 de ese mismo mes, los principales hallazgos de un estudio realizado por el reconocido economista y demógrafo cubano Juan Carlos Albizu-Campos, quien reveló el “vaciamiento demográfico” de la isla. A falta de un censo reciente, sus cálculos, realizados mediante el cruce de distintas fuentes oficiales, reflejan que la población de la isla cayó un 18 % entre comienzos del 2022 y finales del 2023, y en la actualidad llegaría apenas a 8,62 millones. Hasta hace poco, las autoridades hablaban de casi 11 millones y medio.
A lo anterior se añade, como respaldo, un dato oficial de las autoridades migratorias estadounidenses, según el cual desde el 2022 hasta mediados de agosto 850.000 cubanos han ingresado a su territorio desde la isla.
Sin duda existe una apreciable diferencia entre las cifras de la ONEI y las del estudio independiente. Sin embargo, ambas revelan la gran magnitud de la crisis. El 20 de julio, la socióloga Loraine Morales lo resumió de esta manera: “Si consideramos factores como que la estimación no se ha hecho por censo físico, que las cifras de la ONEI pueden considerarse un subregistro, y también que las estimaciones de Albizu-Campos pueden tener margen de error debido al uso de proyecciones, entre otros, estamos hablamos de un decrecimiento, en tres años, de entre el 10 y el 18 % de la población”.
Proyecciones de las Naciones Unidas, por su parte, calculan que para el 2100 la población cubana estará por debajo de los 6 millones, con una gran desproporción entre la económicamente activa y la dependiente.
La migración masiva es el gran disparador del fenómeno. Ante el rampante deterioro en las condiciones de vida, el control político que no cesa, la falta de horizontes en su propio país y las posibilidades de obtener respaldo de amigos y familiares en el exterior, centenares de miles de personas ven como única salida abandonar el país.
A pesar de su seriedad, para la cúpula dictatorial esta tendencia se ha constituido en un recurso doble, aunque de muy corto plazo: por un lado, sirve como válvula de escape ante el descontento y evita riesgos de disturbios; por otro, aumenta el acervo de eventuales remesas desde el exterior, su principal fuente de ingresos de divisas. A mediano y largo plazo, sin embargo, el efecto es devastador.
Cuánto podrá sostenerse una situación tan extrema y anormal es difícil de decir. Hasta ahora, el régimen ha dado muestras de gran resiliencia en su control. Sin embargo, son tantos los factores internos de crisis, y tan escasas las salidas dentro de un statu quo colapsado, que el cambio pronto podrá tornarse inevitable. Mientras tanto, y por desgracia, seguirán el deterioro y la pérdida de población. Una tragedia.