El lunes 17 de este mes culminó un proceso de enorme significación para el desarrollo nacional. Tras once años del primer paso oficial, la Asamblea Legislativa ratificó en segundo debate el tratado de adhesión a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Era la última decisión nacional necesaria para incorporarnos a esa institución, dedicada al impulso de políticas públicas de excelencia y a las mejores prácticas de gobernanza entre sus países integrantes. Como, desde mayo del pasado año, su Consejo nos invitó oficialmente a formar parte y ya el presidente, Carlos Alvarado, firmó el tratado, lo que resta es pura y sencilla formalidad para que nos convirtamos en el miembro número 38. Será cuestión de días.
Cumplido este trayecto, que en sí mismo constituye un gran logro y ya ha conducido a decisiones internas de enorme trascendencia, viene ahora la segunda etapa, más importante aún. Se trata de asumir a plenitud los parámetros de transparencia, eficiencia, evaluación rigurosa, mejora constante, rendimiento de cuentas y búsqueda sistemática de la excelencia en la gestión pública, que son consustanciales a la OCDE. Cualquiera podría decir que no es necesario pertenecer a ella para aplicar tales preceptos. En abstracto, tendría razón. Sin embargo, el proceso ya condujo a la implementación de algunos por largo tiempo postergados; además, al estar dentro, los compromisos se tornarán más firmes y explícitos, y la capacidad de interlocución, comparación y valoración de pares ofrecerá un ímpetu fundamental para el avance.
Por todo lo anterior, como país debemos celebrar la culminación de los pasos internos necesarios para integrarnos a la organización. Si bien el recorrido del trayecto ha sido lento, y no ha estado carente de obstáculos, incomprensiones, ocurrencias e intentos de descarrilarlo, el avance ha sido sostenido, sobre todo en los tres últimos años.
En su impulso, no solo destacamos el compromiso del Poder Ejecutivo y una serie de instituciones descentralizadas, sino, principalmente, del Legislativo. Los diputados, mediante una comisión especial establecida en setiembre del 2018, pusieron los intereses nacionales por encima de las pugnas políticas estrechas, tramitaron más de 15 leyes necesarias para la incorporación y, en plenario, las aprobaron por sólidas mayorías multipartidarias. Gracias a este trabajo conjunto, recibimos la invitación, que dará paso a la integración plena tan pronto concluya el proceso de formalización del tratado, avalado por 40 diputados.
Esta ruta que ya termina se abrió formalmente en octubre del 2010, cuando el gobierno de Laura Chinchilla expresó a la OCDE el deseo de convertirnos en miembros. Se desarrolló entonces una actividad diplomática que condujo, entre otras cosas, al compromiso del entonces presidente estadounidense Barack Obama de apoyar la aspiración. En mayo del 2013, su Consejo tomó la decisión de abrir el camino para la posible adhesión de nuestro país y Lituania. Durante el gobierno de Luis Guillermo Solís la organización aprobó una «hoja de ruta» para Costa Rica, en particular las revisiones técnicas alrededor de 22 áreas temáticas, de las que fueron surgiendo varios cambios administrativos y proyectos de ley.
En el actual gobierno, bajo la coordinación del Ministerio de Comercio Exterior, se sistematizó y aceleró el proceso, y se estableció el 2020 como año para el acceso. Llegamos con retraso, como es usual en nuestro Estado, pero no tanto y sí con un desenlace sólido.
Una vez asentados en la OCDE, no esperemos beneficios mágicos o automáticos. Preparémonos, más bien, para asumir nuestros compromisos de mejora y cumplir las modificaciones legales y de política pública ya aprobadas con seriedad, agilidad y continuidad. De manera tranquila, hemos logrado estructurar, mediante la agenda de implementación, una ruta de reformas estructurales de envergadura. No serán suficientes y, para que rindan frutos, necesitarán buena ejecución. He aquí un gran reto, al que se añade la necesidad de aprobar otros cambios sustanciales, que nos permitan avanzar con mayor firmeza y rapidez por el buen camino del bienestar.
El editorial de ayer correspondía a una versión publicada anteriormente. Este es el correcto.