En el informe económico más reciente del Bank of America se compara a Costa Rica con uno de los cuatro tigres asiáticos (Taiwán, Hong Kong, Corea del Sur y Singapur) debido al fuerte crecimiento económico como consecuencia del éxito exportador, la atracción de inversión extranjera directa y el aumento del turismo. Todos estos factores se vinculan, a su vez, con la tendencia del tipo de cambio en los últimos meses.
Si uno revisa por encima los indicadores macroeconómicos, es tentador llegar a esa conclusión. En los últimos dos años, el crecimiento del producto interno bruto (PIB) superó el 4,5 % anual (tasa que contrasta con los valores previos a la pandemia), la tasa de desempleo se redujo al 7,3 % y el déficit fiscal se mantiene relativamente estable. No obstante, tanto como los promedios, la información económica agregada en muchas ocasiones disfraza la realidad. El crecimiento del país, si bien mayor, deja un sabor agridulce para muchos sectores porque no se refleja en un aumento del bienestar generalizado.
Nuestro éxito exportador esconde elementos que no se deben obviar. Por un lado, las exportaciones del régimen definitivo crecen poco y pierden importancia relativa en el total, mientras las del régimen especial crecen a dos dígitos, y —dado su peso en la totalidad— hacen que la cifra agregada refleje un buen crecimiento.
Según datos de Procomer, el sector de la venta de bienes y servicios emplea a cerca de 692.500 personas, pero, según Cinde, solo 187.000 laboran en las zonas francas. En consecuencia, más de dos tercios de los ocupados en ese ámbito pertenecen al régimen definitivo, donde se experimentan dificultades. En los últimos dos años, producir no ha sido nada fácil, pues la política fiscal y cambiaria ha propinado fuertes golpes a la competitividad y, por consiguiente, a la sostenibilidad del crecimiento a largo plazo. Las autoridades han hecho la vista gorda porque en el agregado la venta de bienes sigue creciendo. No obstante, ignoran que el mercado laboral sigue expulsando a los trabajadores menos calificados en zonas donde es difícil ofrecerles nuevas posibilidades de empleo.
Por otra parte, la inversión extranjera directa (IED) se señala como una de las causantes de la caída en el tipo de cambio. Este número también puede tener algo de espejismo. Cerca de un 80 % de la IED en los últimos dos años ha sido reinversión de utilidades, es decir, dólares que ya estaban aquí y, por tanto, no constituyen una nueva entrada de capital.
Lo que no menciona el reporte comentado es que mucho de lo que vemos en el tipo de cambio responde, más bien, a la forma en que Costa Rica decidió financiarse en los últimos dos años (casi un 80 % en moneda extranjera). Cuando el tipo de cambio suba otra vez, porque razones hay, podríamos darnos cuenta de que los resultados fiscales no eran tan buenos ni la deuda se reducía tan rápido.
En turismo, la realidad también exige un examen cauteloso. Nunca se escucha a un turista exclamar “¡qué barata Costa Rica!”, pero junto con la competitividad con otros destinos debe preocuparnos el aumento en la inseguridad. Si no actuamos para enfrentar esos problemas, no sabemos cuánto tiempo más nos mantendremos como destino atractivo.
Donde nos comparamos bien con los tigres asiáticos es en el hecho de que este rápido crecimiento económico está creando más desigualdad y polarización social. Los cuatro tigres, a pesar de su fuerte crecimiento, experimentaron problemas y desafíos, entre ellos la desigualdad económica, las presiones sobre el mercado laboral, el envejecimiento de la población, elevados precios de las viviendas y desafíos para la sostenibilidad del crecimiento a largo plazo. ¿Suena familiar?