Rocío Valverde, madrina del pequeño Sebastián, fallecido el miércoles cuando intentaba cruzar la línea del tren mientras se aproximaba una locomotora, atribuye la tragedia al matonismo o bullying en el Liceo de Costa Rica. Desde un balcón, afirma, otros estudiantes retaban a la víctima a emprender la carrera y le llamaban cobarde al verlo titubear. Tanta seguridad le proporcionan las averiguaciones preliminares a la madrina que dirigió un mensaje a los instigadores para exigirles asumir su responsabilidad con la misma valentía reclamada a la víctima, de solo 12 años.
La indagación está en curso y el Organismo de Investigación Judicial ya ha recabado importantes datos de las cámaras de seguridad instaladas en el área. El muchacho estaba solo, según el maquinista, y de pronto se lanzó sobre la vía. No hubo forma de evitar el atropello. Esta versión fue confirmada por el OIJ con base en un video revisado este lunes.
La familia está decidida a esclarecer las razones de la tragedia y es tarea de todos, especialmente de las autoridades, apoyarla en ese anhelo. Más que justicia, claman por la prevención de hechos similares en el futuro. La investigación de la muerte de Sebastián cobra, entonces, capital importancia. El fallecimiento de la víctima del bullying es una situación extrema, pero un caso tan dramático visibiliza el sufrimiento diario de centenares de niños en escuelas y colegios . El matonismo no es exclusivo del Liceo de Costa Rica y sus víctimas, no siempre conocidas, sufren profundas heridas físicas y sicológicas.
En las redes sociales, personas vinculadas al Liceo no esperaron el resultado de las investigaciones para relatar amargas experiencias personales con el matonismo. El fenómeno existe, de eso cabe poca duda. Recordaron humillantes “tradiciones”, como el embetunado de las caras de los alumnos de primer año y la introducción de los más pequeños en tarros de basura. La forzada desnudez de un muchacho en plena calle, la exigencia de dinero o las golpizas también figuran en la lista de anécdotas dolorosas.
Si bien el Liceo de Costa Rica no padece el monopolio de estos comportamientos, los testimonios son suficientes para preguntar por qué subsisten conductas que debieron llamar la atención de las autoridades hace mucho tiempo. Si el matonismo no es detectado en los centros educativos donde ocurre con más frecuencia, no habrá esperanza de identificarlo en otros, donde la aparición del problema sea esporádica.
Por eso es importante estudiar los protocolos vigentes en el Liceo de Costa Rica, contactar a exalumnos y padres de familia victimizados en su momento e investigar a fondo, entre estudiantes, docentes y personal administrativo, para precisar las dimensiones del problema y contrastarlo con los mecanismos de respuesta disponibles.
La madrina de Sebastián llama a la reflexión y pide que “toda esta maldad se detenga de una vez”. Ese es el objetivo urgente. Los padres de familia y estudiantes tienen derecho a una educación libre de violencia. Ese derecho pertenece a las víctimas y también a sus victimarios. Por definición, el matón escolar no recibe la formación debida. De lo contrario, entendería la convivencia de otra manera. Tarde o temprano su conducta lo llevará al sufrimiento.
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A menudo, el matonismo es también expresión del sufrimiento y los patrones de comportamiento existentes en el hogar. El problema es complejo y es preciso reconocer los esfuerzos desplegados desde hace años por el Ministerio de Educación para combatirlo. El caso de Sebastián evidencia la necesidad de hacer más. Por eso, sus familiares hacen un gran servicio al país cuando hablan de su dolor y exigen el esclarecimiento de lo sucedido. Todos debemos acompañarles en ese compromiso.