El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, escogió a Costa Rica para su primer viaje a América Latina. La decisión, que en sí misma tiene un positivo valor simbólico, «no es un accidente», afirmó en una entrevista con La Nación publicada el jueves 3 de junio. Su presencia entre nosotros obedeció a dos conjuntos de factores —unos bilaterales, otros regionales— estrechamente vinculados. Ambos abren grandes oportunidades, aunque también responsabilidades, para el país. Si los desarrollamos adecuadamente, consolidaremos nuestra posición como aliado clave de los estadounidenses en el Istmo, en ambas dimensiones. El potencial es esperanzador.
La dimensión bilateral fue planteada explícitamente tanto por Blinken como por el presidente, Carlos Alvarado, tras su reunión de dos horas el martes, y reiterada por el primero en la entrevista. Se relaciona, sobre todo, con los principios, objetivos e intereses compartidos en relación con una serie de asuntos cruciales. Entre ellos están, en primera línea, el respeto y promoción de la democracia y los derechos humanos, lo que incluye la transparencia, la libertad de expresión y el Estado de derecho. Se añade una fuerte cooperación en materia de seguridad, sustentada en las anteriores variables, lo cual implica tomar en cuenta tanto sus dimensiones estructurales, preventivas e institucionales, como las de investigación, interdicción y represión.
Una nueva y robusta área de convergencia, que había quedado marginada durante el gobierno de Donald Trump, es la del ambiente. No solo se trata de la responsabilidad de controlar el cambio climático, sino también, y de forma proactiva, de las oportunidades que se abren a partir de una economía verde, basada en energías renovables, uso eficiente de los recursos, procesos productivos limpios, reciclaje y reutilización. Costa Rica, con el reconocimiento y apoyo de Estados Unidos, puede convertir esta vertiente del desarrollo en un imán para la atracción de una nueva generación de inversiones de compañías de ese y otros países.
Lo anterior se relaciona con la vinculación que ya tenemos con algunas cadenas de valor y producción estadounidenses, y el potencial de que, por cambios en tendencias globales, podamos aprovecharnos más dinámicamente de una creciente preocupación por acercar a los principales mercados (en este caso, el suyo) las fuentes de producción de insumos y productos. Es el llamado nearshoring. Si lográramos que algunos de los beneficios que la administración de Joe Biden tiene en cartera para estimular la relocalización productiva se extendieran a las empresas que opten por Costa Rica y el resto de Centroamérica, el impacto sería enorme.
La dimensión regional de la visita de Blinken se concentró en aprovechar la reunión de cancilleres del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), más México, a la que Costa Rica convocó como presidente temporal del organismo, para discutir grandes preocupaciones estadounidenses sobre el Istmo, y explorar posibilidades de abordaje.
El reto más agudo, con enorme impacto en la política interna de Estados Unidos, es la migración masiva y descontrolada desde los países del llamado triángulo norte: Guatemala, Honduras y El Salvador. Entre sus disparadores están la violencia, la inseguridad y el impacto devastador de desastres naturales, tanto sequías como huracanes, que tornan insostenible la vida para centenares de miles de personas. Pero a esto se añaden causas muy profundas, que en sí mismas requieren atención. Nos referimos a la exclusión, la falta de oportunidades, la corrupción, la débil gobernanza, el irrespeto al Estado de derecho, la vulneración de derechos individuales y, en casos como los de El Salvador y Nicaragua, agresiones directas a normas elementales de la democracia.
Mientras esos factores estructurales se mantengan, poco podrá lograrse, no solo para controlar los flujos migratorios, sino también para evitar la acción masiva de la delincuencia organizada y generar mayor bienestar, estabilidad y transparencia a nuestros vecinos del norte. Es una tarea en extremo difícil. Por el momento, la administración Biden propuso al Congreso un presupuesto de $4.000 millones para atender los diversos aspectos de ese reto. Pero se necesita mucho más, y es un ámbito en el que Costa Rica puede realizar importantes aportes que, a su vez, sean compensados por Estados Unidos.
La visita es un logro específico para nuestro país; también, un reconocimiento que puede potenciarse de inmediato. Aunque Blinken solo habló en términos generales —al menos en público— de los criterios que seguirá Estados Unidos para la donación de 80 millones de dosis de vacunas contra la covid-19, esperamos un aporte proporcional a nuestro país. A mediano plazo, más promisorio, y también lo que demandará un trabajo más sistemático, será abrir, a partir de relaciones reforzadas, nuevos ámbitos de cooperación y de aportes a la democracia, al crecimiento económico, la estabilidad y el Estado de derecho.