En los más obvios y vetustos prontuarios de los dictadores, existe un consejo tan oportunista como riesgoso: cuando las cosas vayan muy mal en casa, genere un conflicto externo. El propósito: inflamar el nacionalismo, desviar la atención de los problemas internos, forzar el apoyo de los adversarios políticos e, idealmente, captar popularidad.
Su uso puede conducir a desplantes retóricos con matices jurídicos, como los de Evo Morales contra Chile por la salida de Bolivia al mar, en el 2014; a incursiones territoriales medidas, pero siempre inaceptables: la de Daniel Ortega en nuestra Isla Calero (2010); o incluso a una desastrosa guerra, como la que desató la dictadura militar argentina hace 41 años, por las Malvinas.
Ahora le ha tocado el turno a Nicolás Maduro, y como sucede a menudo en maniobras de esta índole, su inflamada retórica y delirantes acciones, además de crear altos riesgos, pueden volverse en su contra.
De manera intempestiva, pero adobada por una intensa propaganda, el pasado domingo celebró un referendo con cinco preguntas y un solo objetivo: que los venezolanos declaren la soberanía nacional sobre el Esequibo y otorguen al régimen el mandato de actuar en consecuencia. La región tiene un área tres veces más grande que Costa Rica, ocupa casi dos tercios del territorio de su vecina Guyana y proyecta una zona marina exclusiva de gran amplitud y sumamente rica en petróleo. De hecho, el gobierno guyanés ha otorgado a la compañía estadounidense Exxon permisos de explotación sobre inmensas reservas.
La disputa sobre el Esequibo, originada en intereses de los poderes coloniales de entonces, se remonta al siglo XVII. Un laudo arbitral de 1899 se inclinó en favor del Reino Unido, que dominaba Guyana. Aunque Venezuela nunca lo ha aceptado plenamente, en 1966, las tres partes firmaron un memorando de entendimiento, mediante el cual se comprometieron a resolver sus disputas de manera pacífica y negociada. El consenso internacional prevaleciente en la actualidad acepta que ese territorio es guyanés. Maduro, sin embargo, decidió romper el statu quo y generar un peligroso foco de conflicto territorial, no solo por el apetito hacia la riqueza petrolera, sino también por oportunismo político.
Su claro propósito es maquillarse como un redentor nacionalista para compensar, en parte, su creciente impopularidad; desviar la atención del pueblo de los enormes problemas que padece el país; aglutinar a fuerzas díscolas dentro de su propio tinglado político-gubernamental; y forzar un apoyo a la ficticia “causa” de la formidable candidata opositora María Corina Machado, quien, si al fin le permiten participar en las elecciones del próximo año y estas son justas, estaría en condiciones de derrotarlo con contundencia.
Los resultados del referendo fueron presentados como un gran triunfo por el dictador y sus secuaces. A pesar de que, el pasado domingo, cuando se celebró, no hubo filas en ningún centro de votación, el órgano electoral, controlado por el régimen, dijo que habían votado 10,4 millones de personas. Sin embargo, la mayoría de los observadores internacionales consideran que no llegó a dos millones. De ellos, el 95 % respondió afirmativamente a las preguntas.
De inmediato, Maduro dispuso la creación de un nuevo Estado en el Esequibo y hasta nombró a un general gobernador. Además, ordenó la movilización de tropas y el comienzo de exploraciones petroleras en la zona. Del dicho al hecho habrá mucho trecho. Las Fuerzas Armadas venezolanas son abrumadoramente superiores a las de Guyana, país con apenas 800.000 habitantes, pero lo intrincado e inaccesible del Esequibo torna en extremo difícil un despliegue bélico. Aunque una acción venezolana sea en extremo improbable, el conflicto puede escalar.
De hecho, ya Brasil reforzó la presencia militar en su frontera con ambos países, y su presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, en una crítica implícita, dijo que Suramérica no debe tener una guerra. Estados Unidos, además de anunciar ejercicios aéreos con Guyana, le garantizó su seguridad.
Quizás tal exacerbamiento es lo que pretende Maduro, pero todo puede volverse en su contra. La población sabe que la participación en el referendo fue mínima; su aventurerismo puede generar fricciones con los altos mandos militares o rivales políticos dentro de su partido, y María Corina Machado ha tenido la sensatez de propugnar una salida diplomática, que es la más sensata y, probablemente, preferida por los venezolanos.
Está claro que la mayor pretensión oficialista es poner zancadillas a sus opositores y, así, perpetuarse en el poder. Según esta retorcida “lógica”, tal objetivo podría justificar veleidades bélicas. El riesgo de conflictos mayores no puede descartarse.
![El Esequibo es un área en disputa rica en petróleo de 160.000 kilómetros cuadrados administrada por Guyana pero que los venezolanos votaron para reclamar como suya en un referéndum. Guyana dijo el lunes 4 de diciembre que permanecería "vigilante" después de que los venezolanos votaran abrumadoramente a favor de reclamar una región fronteriza rica en petróleo.](https://www.nacion.com/resizer/v2/FNQFKLHKT5BATNKMEYT425OI4I.jpg?smart=true&auth=f518bfe4db315ef262754e448f38c5760aba25c1453a7d1261d5f5c6c74c34a6&width=3389&height=2541)