La reciente Encuesta nacional de hogares (Enaho) presentó resultados alentadores sobre la evolución de la pobreza en Costa Rica. Mostró una notable disminución del 21,8% al 18% en solo un año, impulsada principalmente por la inesperada recuperación de ingresos en los hogares. Si bien este avance genera optimismo, también plantea interrogantes que las autoridades deben abordar para ofrecer una interpretación más clara del fenómeno.
Una de las preguntas más relevantes gira en torno al aumento inesperado de los ingresos en ciertas zonas. En la región Brunca el ingreso promedio por hogar creció un 21%, en el Pacífico Central un 18% y en la región Huetar Caribe un 11% sin que existan razones macroeconómicas claras para justificar las variaciones.
En primer lugar, no se ha ejecutado ninguna política social significativa que explique la mejora en los ingresos de los habitantes en esas zonas. Programas clave, como Fodesaf y el Régimen No Contributivo de pensiones, no han experimentado cambios sustanciales en el último año.
Las ayudas estatales, como los bonos de vivienda y las becas del Programa Avancemos, muestran una tendencia a la baja durante esta administración, lo cual refuerza la idea de que las transferencias gubernamentales no son responsables del incremento en los ingresos observado en las regiones citadas. Un claro ejemplo es el Programa Avancemos, que en el 2021 contaba con más de 417.000 beneficiarios, pero según datos recientes del IMAS, disminuyeron drásticamente a solo 274.000. Esa reducción considerable en la cobertura de los programas sociales sugiere que la mejora en los ingresos de los hogares no proviene de la ayuda estatal, lo cual plantea aún más interrogantes sobre las causas del fenómeno.
Se sugiere, asimismo, que la reducción de la inflación contribuyó a la mejora en los ingresos. Esta explicación también tiene limitaciones. Aunque la inflación general cayó, los principales beneficiados son los grupos de mayores ingresos. En contraste, los hogares de menores ingresos experimentaron una reducción limitada en el costo de la canasta básica alimentaria, que solo cayó un 2,5%, y en las zonas rurales apenas un 1,8%. Es importante recordar que los alimentos constituyen el componente más relevante del gasto de los hogares más vulnerables.
El contexto económico no parece ser el principal motor detrás del incremento en los ingresos. El crecimiento del PIB es impulsado mayormente por el régimen de zonas francas, mientras el régimen definitivo muestra una desaceleración, con un crecimiento por debajo del 4%. Además, desde el 2020, el número de microempresas ha disminuido. En el mercado laboral, la caída en la tasa de desempleo se debe menos a la creación de empleos y más a una marcada reducción en la participación laboral.
Una inquietud que surge a raíz de estos resultados es por qué, si la pobreza y la desigualdad se redujeron de manera significativa, la violencia y la inseguridad no siguieron la misma tendencia. Aunque la relación no siempre es lineal, existe evidencia para señalar que la reducción de estos factores es fundamental para abordar los problemas de seguridad.
La incertidumbre en torno a los resultados de la Enaho no es una cuestión menor, porque la encuesta es uno de los principales insumos para la formulación de políticas públicas. Es imprescindible asegurar que el instrumento no esté mostrando resultados sesgados o inconsistentes con la realidad económica. Si el “termómetro” falla en su medición, las decisiones políticas podrían basarse en datos incorrectos, comprometiendo la efectividad de las acciones necesarias para enfrentar los desafíos estructurales del país.