El San Juan de Dios, uno de nuestros principales centros médicos, solo disponía el martes de cinco camas para enfermos de covid-19. Las otras 102 están llenas. La noticia debió horrorizarnos. Si bien la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) cuenta con plazas en otros hospitales y ya los alertó sobre la necesidad de apoyar al San Juan, la capacidad es limitada y hay temor por las aglomeraciones tradicionales de fin de año.
Otros hospitales encaran las mismas dificultades. El Escalante Pradilla, en Pérez Zeledón, está en crisis desde inicios de diciembre a consecuencia de un brote de covid-19 en la zona. Las autoridades médicas se vieron obligadas a hacer un traslado masivo de pacientes a otros centros de atención. El Enrique Baltodano, en Liberia, enfrentó una emergencia parecida. Mario Ruiz Cubillo, gerente médico de la Caja, dijo contar, la semana pasada, con solo 15 camas para enfermos muy críticos.
El número de hospitalizados va en aumento y hay temor de un colapso del sistema hospitalario si la población relaja las medidas preventivas, pero eso es, precisamente, lo que está ocurriendo. Con el aguinaldo en el bolsillo de los transeúntes y los vientos festivos dominando el ambiente, las calles están atiborradas.
Los comercios se esfuerzan para no sobrepasar el aforo, pero en las aceras es imposible mantener la distancia, sobre todo en las filas para ingresar a los establecimientos. Lo mismo ocurre frente a las vidrieras o en las esquinas mientras las personas esperan el cambio del semáforo.
Enero podría ser una pesadilla, dicen las autoridades. Ileana Balmaceda Arias, directora del San Juan de Dios, insistió en que todavía estamos en pandemia y «debemos ser responsables, cuidarnos y cuidar a los nuestros». Es un mensaje reiterado, pero los meses transcurridos, la normalización de la emergencia en la mente de los ciudadanos y la fatiga causada por el aislamiento lo hacen menos eficaz.
Todo eso conspira con la época más festiva del año para hacernos temer las primeras semanas del 2021. No solo seguimos en pandemia, como dice la Dra. Balmaceda, sino que estamos en un momento especialmente peligroso. Las medidas de las cuales estamos cansados porque limitan la comodidad y el desplazamiento nos han ganado tiempo. Hasta ahora, logramos evitar la saturación de los hospitales.
El tiempo ganado permitió a los médicos conocer la enfermedad y mejorar los tratamientos. Además, nos acercó al ansiado momento de la vacunación. Los meses transcurridos con una veintena de casos diarios fueron de preparación. Ahora, con 1.500 contagios diarios, es el momento del esfuerzo final. En las últimas semanas aprendimos a convivir con ese número de casos, pero podríamos empeorar con rapidez.
Países con mayores recursos y mejor infraestructura no han logrado evitar el colapso de los hospitales. Nueva York, capital financiera del mundo, sufrió una experiencia desgarradora al inicio de la pandemia y en Italia los médicos lamentaban decidir a quién atendían y a quién daban por perdido.
Nuevas oleadas de la enfermedad evocan aquellos tiempos en otras latitudes. Nuestro vecino Panamá acaba de anunciar extremas restricciones, similares a las aplicadas en Costa Rica durante la Semana Santa, porque los contagios están fuera de control. El gobierno lo atribuye a la insistencia en celebrar fiestas de todo tipo.
Costa Rica decidió confiar en el sentido de la responsabilidad de su población para no prolongar las medidas restrictivas de los primeros meses. Si los ciudadanos no respondemos, podríamos enfrentar sufrimientos mayores. El gobierno debe redoblar esfuerzos para hacérnoslo ver. En esa tarea, los medios de comunicación tenemos un papel de la mayor importancia.