Editorial

Editorial: Nuevos fondos de cobertura

El Fondo de Garantía de Depósitos y la cobertura para imprevistos es una buena propuesta porque cubre ahorros y cosechas afectadas por el cambio climático.

Dos fondos de cobertura, a menudo llamados seguros, recibieron aprobación inicial para comenzar a operar. El primero es el Fondo de Garantía de Depósitos (FDG), uno de los requisitos de ingreso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). El segundo es un esquema de cobertura contra azares de la agricultura, recién anunciado por el Banco Nacional de Costa Rica. Aunque se asemejan a los típicos seguros comerciales, no lo son, y conviene tener presente la diferencia.

El fondo que garantizará los depósitos de los ahorrantes en los bancos del sistema bancario nacional tendría un límite superior de ¢6 millones por banco. Quiere decir que a los ahorrantes de sumas mayores les convendrá mantener el dinero en más de una entidad para multiplicar la protección. Aunque el monto de ¢6 millones parezca bajo, se estima que cubre alrededor del 96 % de los depósitos en las entidades cubiertas.

La prima de la protección se fijó en un máximo equivalente al 0,15 % de los depósitos. Es un tanto baja y no está claro si discrimina por el grado de riesgo de cada entidad asegurada. Si no hace diferencias por grado de riesgo, podría alimentar el riesgo moral, pues los depositantes optarían por mantener sus ahorros en las entidades cuyas tasas de interés sean más atractivas.

El proyecto incluye a bancos estatales y privados, al Banco Popular, cooperativas, asociaciones solidaristas, Caja de ANDE y hasta las sucursales de bancos extranjeros. El administrador del sistema sería el Banco Central de Costa Rica y lo haría en tres compartimentos: uno conformado por los aportes de los dos bancos comerciales estatales (Nacional y de Costa Rica) y el Banco Popular; otro generado por los bancos privados, sucursales de bancos extranjeros y empresas financieras no bancarias; y el tercero lo constituirían los aportes de las cooperativas de ahorro y crédito, las asociaciones solidaristas y la Caja de ANDE.

La razón de la separación respondería al propósito de evitar algún tipo de subsidio de los bancos estatales a los privados, o viceversa. Sin embargo, ese objetivo se lograría a costa de reducir una de las ventajas ofrecidas por los seguros comerciales: conforme mayor sea la cartera de exposiciones a un mismo azar, más estable —es decir, predecible— será la siniestralidad.

El esquema del “fondo de garantía” presenta otra característica que debe tenerse en cuenta. La materialización de un riesgo sistémico —elevación abrupta del tipo de cambio, las tasas de interés o una depresión económica— podría afectar las carteras de muchos bancos a la vez. En este caso, los recursos disponibles en el fondo de garantía serían insuficientes para atender todas las solicitudes de indemnización. En un caso como el descrito, el administrador del fondo deberá esperar la materialización de las pérdidas atribuibles al evento y, luego, indemnizar a prorrata. Un seguro técnicamente concebido, apoyado por un reaseguro, no necesariamente procedería de esa forma.

La nueva modalidad de seguro agrícola también tiene características particulares. La primera es que fue concebida debido al incremento de riesgos como sequía, inundación, plagas y otros por cambio climático. Los productos objeto de seguro son café, banano, palma aceitera, piña, caña de azúcar, forestales, hortalizas y otros. Diversificar por productos es muy necesario, pues reduce la probabilidad de que un acontecimiento afecte a todos a la vez. Por la misma razón, es vital dotar al sistema de la mayor diversificación geográfica.

El Instituto Nacional de Seguros y el Ministerio de Agricultura y Ganadería colaborarán en la parte técnica y el Banco Nacional de Costa Rica, en lo financiero. El seguro se activaría cuando se concreten préstamos agrícolas con este último banco. El problema es que si el único participante es el BNCR se trata de un autoaseguramiento, cuyo costo el banco podría incluir en la tasa de interés de sus préstamos para ahorrarse los costos administrativos de un seguro típico.

Sin embargo, si el sistema coadyuva a sistematizar, a bajo costo, el cultivo de los productos objeto de protección para aumentar la cosecha y reducir los riesgos agrícolas, tendría una arista positiva. Mayor sería su importancia, por el efecto diversificación comentado, si se extendiera a clientes de los demás bancos comerciales y a otras entidades financieras, así como a los agricultores que producen sin financiamiento externo y voluntariamente opten por la protección.

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