Las víctimas de la crisis educativa tienen nombre y apellidos. En la Escuela San Cristóbal, en Pococí, los 53 estudiantes no reciben el plan completo de estudios conformado por once materias. Esos pequeños no saben lo que es participar en una clase de Informática Educativa, de Educación Musical o de Artes Plásticas. El vacío, sin duda, los privará de destrezas y conocimientos necesarios para su desarrollo integral.
Pero los escolares de Pococí no son los únicos afectados por esta situación. El cuarto informe del Índice de Competitividad Nacional (ICN) revela que en el 2023 el 83% de los alumnos de las primarias del Ministerio de Educación Pública (MEP) no pudo acceder a la malla curricular completa. Eso significa que un total de 373.500 niños quedaron marginados de, al menos, una asignatura durante ese año.
El estudio indica que los afectados son, principalmente, estudiantes de instituciones ubicadas fuera de la Gran Área Metropolitana (GAM), en especial en zonas costeras y fronterizas, donde se registran los niveles más bajos de desarrollo y los pobladores padecen a diario las consecuencias de la desigualdad y la falta de acceso a oportunidades de crecimiento. Las debilidades de los servicios educativos inevitablemente contribuirán a preservar esas condiciones.
Según Andrés Fernández, investigador del Consejo de la Promoción de la Competitividad, solo el 9% de todas las escuelas ofrecen las asignaturas completas. Costa Rica se ha estancado en ese porcentaje durante los últimos 20 años y las soluciones propuestas, claro está, no han logrado avances significativos.
Los datos evidencian otro preocupante lunar de la enseñanza pública, que menoscaba la formación ofrecida por el MEP a la mayor parte de la población escolar y constituye una odiosa discriminación a la luz de los principios constitucionales que garantizan el acceso universal a la educación financiada por el Estado.
El índice revela otro dato sorprendente: hay 17 cantones donde ningún escolar recibe el programa completo de estudio. El vacío se debe, principalmente, a la falta de oferta de materias complementarias como Artes Industriales, Educación Física o Educación para el Hogar, lo cual no puede tomarse a la ligera, como si tuviera poca relevancia en el proceso educativo.
Rocío Solís, ex viceministra del MEP, explica que estas materias, al igual que las básicas, son complementarias y necesarias para la formación integral de los alumnos. Asegura, por ejemplo, que las artes son “importantísimas” en el desarrollo de la personalidad en la niñez, pues ayudan a generar sensibilidad hacia las personas mayores, los discapacitados, los animales y el medio ambiente.
La falta de presupuesto para contratar profesores de estas asignaturas es la excusa más frecuente de las autoridades pero, según Isabel Román, coordinadora del Informe Estado de la Educación, si hay voluntad política puede haber soluciones importantes en el corto plazo. Sin embargo, los llamados a la acción en esta y otras áreas están condenados a estrellarse contra las paredes sordas del MEP, cuyos actuales responsables han demostrado poca vocación de escucha y no han presentado ninguna propuesta frente a las deficiencias apuntadas.
En 1997, el Consejo Superior de Educación determinó que todos los escolares debían recibir el currículo completo. Casi tres décadas después, constatamos que esta norma general no pasa de ser un privilegio para un pequeño porcentaje de estudiantes. El resto, si no hay un cambio de rumbo, llegará con una caja incompleta de herramientas a la siguiente etapa de su formación: el colegio.